Por Jürgen Graf
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¡Pregúntese a un experto en crematorios qué es lo que opina sobre esto! Este cuento de horror indecible fue incluido hasta en un libra «serio» como el de Hilberg (p. 1046). Ejemplos como el citado sirven para demostrar nítidamente cómo nacen estos «relatos de sobrevivientes»: Algún «sobreviviente del holocausto» inventa una estupidez de este tipo y todos los demás «sobrevivientes» la copian.
Lógicamente, aun en el libro de una Eva Schloss o de un Filip Müller puede haber cosas verídicas. Si estos autores hablan de las duras condiciones de trabajo, de las terribles condiciones de higiene, del hambre, de maltratos ocasionales o de ejecuciones, es muy posible que estén diciendo la verdad. Pero todos los pasajes relacionados con cámaras de gas o con acciones planificadas con la finalidad del exterminio son, sin excepción alguna, inventos.
He aquí algunos extractos de «relatos verídicos» sobre el holocausto.
Elie Wiesel sobre la masacre (inventada por la propaganda soviética) de Babi Jar, cerca de Kiev:
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Más tarde me enteré por un testigo de que la tierra tembló constantemente por meses y que, de a ratos, géiseres de sangre brotaban del suelo. (Paroles d'Etranger, Editions du Seuil, 1982, p. 86).
Kitty Hart en Aber ich lebe («Pero yo vivo») sobre los asesinatos en masa en Auschwitz:
Con mis propios ojos fui testigo de un asesinato, pero no del asesinato de una persona, sino de centenares de inocentes, que habían sido llevados, la mayoria de ellos sin sospechar nada, a una gran sala cubierta. Fue un espectáculo imposible de olvidar. En la pared externa de ese edificio bajo había una escalera apoyada que llegaba hasta un pequeño tragaluz. Un personaje en uniforme de las SS la escaló rápidamente. Una vez arriba, se puso una máscara antigás y guantes, luego con la mano derecha abrió el tragaluz, sacó una bolsa de su bolsillo y echó su contenido, un polvo blanco, prestamente hacia adentro, para volver a cerrar el tragaluz inmediatamente. Bajó como un relámpago, tiró la escalera sobre el pasto y salió corriendo como si lo persiguieran los demonios. En el mismo momento se oía la espantosa voceria, los gritos desesperados de gente ahogándose... Después de unos cinco a ocho minutos estaban todos muertos. (Citado según Stäglich, Der Auschwitz-Mythos [«El mito de Auschwitz»], editorial Grabert, 1979, p. 198).
En Auschwitz, este polvo blanco -- desconocido hasta el momento por la química -- parece haberse agotado de vez en cuando, por lo cual las SS se vieron obligadas a recurrir a otros métodos de asesinato. A éstos los describe el señor Eugène Aroneanu en su «relato verídico»:
A unos 800 a 900 metros dei lugar donde se encuentran los hornos, los prisioneros suben a carritos que corren por rieles. En Auschwitz, su tamaño varia y pueden tener una capacidad para 10 a 15 personas. Cuando el carro está cargado, lo hacen bajar por una pendiente y entonces corre a toda velocidad por un pasillo. Al final del mismo se encuentra una pared y detrás de ella, la puerta del horno. En el momento de chocar contra la pared, esa puerta se abre automáticamente. Vuelca el carro y arroja su carga humana al horno. (Aroneanu, Camps de Concentration, Office français d'édition, 1945, p.182).
En contraposición a estos «relatos de vivencias», el de Zofia Kossak (Du fond de l'abîme, Seigneur) por lo menos describe a
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cámaras de gas, pero según ella el Zyklon no se «arrojaba», sino que subía desde orificios en el piso hacia arriba:
Un toque de timbre estridente, e inmediatamente comenzó a subir el gas por los orificios en el piso. Desde un balcón, de donde se podía ver la puerta, los hombres de las SS observaban con curiosidad la agonia, el espanto y los espasmos de los consagrados a la muerte. Para esos sádicos, aquello era un espectáculo del que no se cansaban nunca... El trance mortal duraba entre 10 y 15 minutos... Poderosos ventiladores expulsaban el gas. Ahora aparecían los miembros del comando especial con máscaras antiga y abrían la puerta que estaba en frente de la entrada y donde se encontraba una rampa con pequeños carritos. El equipo cargaba los cadáveres sobre el carro, con el mayor apuro. Otros esperaban. Y después muchas veces sucedía que los muertos resucitaban. En esa concentración el gas solamente narcotizaba y no mataba. Muchas veces ocurrió que las victimas volvían en si sobre los carros... Estos bajaban la rampa a toda velocidad y descargaban su carga directamente en el horno. (Citado según R. Faurisson, Réponse á Pierre Vidal-Naquet, La Vieille Taupe, 1982, p. 58-59)
Pero también fuera de las cámaras de gas sucedían cosas raras en Auschwitz:
De vez en cuando también llegaban médicos de las SS al crematorio, casi siempre el Hauptsturmführer (capitán, N. d. T) Kitt y el Obersturmführer (teniente mayor, N, d. T) Weber En esos días aquello parecía un matadero. Antes de las ejecuciones, los dos médicos palpaban los muslos y las pantorrillas de los hombres y mujeres aún con vida para seleccionar los «mejores cortes». Después del fusilamiento, las victimas eran colocadas sobre la mesa. A continuación los médicos cortaban piezas de carne aún caliente de los muslos y de las pantorrillas y las echaban dentro de recipientes que habían preparado. Los músculos de los recien fusilados se movían todavia y se contraían, agitandose en los baldes hasta llegar a sacudirlos. (Filip Müller, Sonderbehandlung [«Tratamiento especial»], p. 74)
El sobreviviente del holocausto, Jankel Wiernik, fustiga el comportamiento inaceptable de los ucranianos en Treblinka:
Los ucranianos estaban constantemente borrachos y vendian todo lo que habían podido robar en los campos de concentración y asi
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conseguir más dinero para aguardiente... Cuando tenían la barriga repleta y estaban completamente ebrios, empezaban a buscar otras diversiones. Muchas veces eligíian a las muchachas judías más bonitas de entre las mujeres que tenían que desfilar desnudas delante de ellos, las arrastraban a sus barracas, las violaban y después las entregaban en las cámaras de gas. (A. Donat, The Death Camp Treblinka, Holocaust Library, 1979, p. 165).
El método empleado para hacer desaparecer los 800.000 o más cadáveres de Treblinka sin dejar rastros ha sido descripto por varios autores. Para empezar, he aquí un pasaje del libro de Jean-François Steiner, Treblinka. Die Revolte eines Vernichtungslagers («Treblinka. La sublevación de un campo de exterminio»):
Era rubio y flaco, tenía una cara amable, actuaba modestamente y llegó una mañana soleada con su maletita al portón del reino de la muerte. Se llamaba Herbert Floss y era experto en cremación de cadáveres...
Al dia siguiente se construyó la primera hoguera y Herbert Floss reveló su secreto: la composición de la hoguera. Según explicó, no todos los cadáveres se quemaban de manera pareja. Habia cadáveres buenos y malos, incombustibles y fácilmente inflamables. El arte consistia en usar los buenos para quemar los malos. Según sus investigaciones --que obviamente estaban muy adelantadas --, los cadáveres viejos ardían mejor que los frescos, gordos mejor que flacos, mujeres mejor que hombres, y niños, no tan bien como mujeres, pero mejor que hombres. De esto resultaba que cadáveres viejos de mujeres gordas eran los cadáveres ideales. Herbert Floss los hizo poner a un costado como así también a los de hombres y de nñios. Después de haber sido desenterrados y clasificados casi 1.000 cadáveres, se procedió a apilarlos, colocándose el mejor material combustible abajo y el de menor calidad arriba. Floss rechazó los bidones de gasolina que se le ofrecieron y en su reemplazo hizo traer madera. Su acto debía ser perfecto. La leña se juntó debajo de la parrilla de la hoguera formando pequeños focos, cual fogatas. La hora de la verdad había llegado. Con solemnidad le entregaron una caja de fósforos; él se agachó, encendió el primer foco seguido de los otros y mientras la madera empezaba a quemarse paulatinamente, con su caminar tan extraño se acercó a los funcionarios que esperaban a cierta distancia.
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Las llamas crecian más y más, lamiendo los cadáveres, vacilando primero pero después llameando con brio. De repente, toda la hoguera quedó envuelta en llamas que crecían expulsando nubes de humo. Se percibió un crepitar intenso, los rostros de los muertos se contraían dolorosamente y reventaba su carne. Un espectáculo infernal. Por un momento, hasta los hombres de las SS quedaron como petrificados, observando mudos el milagro. Herbert Floss estaba radiante. La hoguera echando llamas era la vivencia más hermosa de su vida...
Un acontecimiento tal débia festejarse. Se trajeron mesas que fueron colocadas frente a la hoguera y cargadas de botellas de aguardiente, cerveza y vino. El día llegaba a su ocaso y el cielo crepuscular parecía reflejar las altas llamas de la hoguera, allá en el horizonte, donde el sol se ponía con el esplendor de un incendio.
A una señal de Lalka sonaron lo corchos y empezó una fiesta fantástica. El primer brindis fue dedicado al Führer. Los operarios de las dragas habían regresado a sus máquinas. Cuando los hombres de las SS levantaron las copas a los gritos, las máquinas parecieron cobrar vida; con un movimiento abrupto levantaron el brazo de acero hacia el cielo en un répentino y vibrante saludo hitleriano. Fue como una señal. Diez veces levantaron también los hombres el brazo haciendo resonar cada vez el «Sieg-Heil». Las máquinas animadas respondían al saludo de los hombres-maquina y el aire retumbó de los vivas al Führer. La fiesta duró hasta que la hoguera se extinguió. Después de los brindis se cantó; se oyeron cantos salvajes y crueles, cantos llenos de odio, horripilantes, cantos en honor a la Alemania eterna. (Steiner, Treblinka, editorial Gerhard Stalling Verlag, 1966, p. 294 y sgtes.).
También Vasili Grossmann describe las asombrosas aptitudes pirotécnicas de los nazis en Die Hölle von Treblinka («El infierno de Treblinka»), citado según Historische Tatsachen («Hechos históricos»), Nº 44:
Se trabajaba día y noche. Gente que había presenciado la cremación cuenta que esos hornos parecían volcanes gigantescos, cuyo terrible calor chamuscaba la cara de los obreros y que las llamas llegaban a una altura de 8 a 10 metros... Hacia fines de julio el calor se hizo sofocante. Cuando se abrían las fosas, surgia vapor de ellas
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como de calderas gigantescas. El terrible hedor y el calor de los hornos mataba a la gente esmirriada que se desplomaba muerta sobre las parrillas de los hornos al querer arrastrar a los muertos hacia ellos.
El judío Jankel Wiernik, sobreviviente creíble dc 1 holocausto, nos alegra con más detalles picantes:
Los cadáveres se hacían embeber en gasolina. Esto causaba costos importantes y el resultado no era satisfactorio; los cadáveres masculinos sencillamente no querían cremarse. Siempre que aparecía un avión en el cielo, el trabajo se interrumpía y los cadáveres se cubrían con hojarasca para no ser detectados desde arriba. Era un espectáculo espantoso, el más horrible visto jamás por ojo humano. Cuando los cadáveres de mujeres encintas se quemaban, los vientres reventaban y era posible ver llamear a los embriones en el cuerpo materno... Los gángsteres están pare dos cerca de las cenizas y son sacudidos por risotadas satanicas. Sus rostros resplandecen de una alegria verdaderamente diabólica. Brindan por la escena con aguardiente y las bebidas alcohólicas más selectas, comen, bromean y se ponen cómodos, calentándose al lado del fuego. (Donat, The Death Damp Treblinka, p. 170-171).
Para superar mejor el estrés en Treblinka, los alemanes y los ucranianos se recreaban con música. La perita en materia de holocausto Rachel Auerbach relata:
Para amenizar la monotonia de las matanzas, los alemanes fundaron una orquesta judía en Treblinka... Esta cumplía una doble función: Por un lado, su música cubria en lo posible los gritos y gemidos de las personas arreadas a las cámaras de gas y, por el otro, servía como diversion musical de los guardias del campo, que provenian de dos naciones amantes de la música: alemanes y ucranianos (Donat, p. 44).
Según averiguó Alexander Pechersky en Die Revolte von Sobibor («El motín de Sobibor»), los asesinatos en masa se desarrollaban de la siguiente manera:
En un primer momento parecía como si uno entrase en un baño completamente normal: Grifos para agua fría y caliente, lavatorios... Cuando hubieron entrado todos, las puerdas se cerraron ruidosamente. De los orificios en el cielorraso se precipitó una
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sustancia pesada, negrusca, en forma de espirales....(citado según Mattogno, The Myth of the Extermination of the Jews).
Sin embargo, según las conclusiones de los «historiadores» de nuestros días, los 250.000 asesinatos de Sobibor no fueron perpetrados con una sustancia negruzca fluyendo en espirales, sino con gases de escape. Una vez más se ha sustituido un disparate por otro.
¿Acaso nos culpan de haber citado tendenciosamente sólo pasajes inverosímiles? Pero entonces ¡que se cite un solo testimonio fidedigno sobre gaseos, uno solo!
34. ¿Dénde están los millones que «desaparecieron»?
Naturalmente, los revisionistas deben preguntarse adónde fueron a parar los judíos «desaparecidos», si es que no fueron gaseados, y cuántas víctimas judías pudo haber como consecuencia de la guerra y de la persecución en el imperio de Hitler.
Aquél que en este contexto espere cifras exactas quedará decepcionado: es cosa imposible proporcionarlas. Aparte de que la libre investigación está impedida por tabúes políticos, existen innumerables escollos que dificultan cualquier estudio respecto de estadísticas demográficas sobre judíos: la dificultad de definir quién es judío (hoy en día, en la era de la asimilación y de los matrimonios mixtos, en muchos casos apenas es posible discernir entre judíos y no judíos); el hecho de que los EE.UU. no cuenten a su población judía; la notoria inexactitud de las estadísticas soviéticas y sionistas, todo ello conduce a que hay que confermarse con estimaciones.
El estudio demográfico de lejos más importante sobre el destino de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial se debe al norteamericano de origen alemán Walter Sanning. En su obra trascendental The Dissolution of Eastern European Jewry (Título en alemán: Die Auflösung [«La disolución»], Editorial Grabert, 1983), Sanning procede de la siguiente manera: Se basa casi sin excepción en fuentes judías y aliadas y acepta documentos alemanes únicamente si está comprobado su origen antinazista. Vamos a resumir brevemente aquí las investigaciones de Sanning respecto de los paises clave, es decir Polonia y la Unión Soviética; aquél que se interese por detalles o
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estadísticas relacionadas con los otros países habrá de consultar el libro mismo.
Con frecuencia se habla de aproximadamente 3,5 millones de judíos que vivían en Polonia en 1939. Se llega a esta cifra partiendo del último censo de 1931 y suponiendo una tasa de crecimiento demográfico fuera de toda realidad e ignorando la masiva emigración judía. Entre 1931 y 1939, cientos de miles de judíos emigraron por encontrarse en una situación económica desesperada y debido al antisemitismo polaco cada vez mais agresivo. Hasta el Institut für Zeitgeschichte (Instituto de historia contemporánea) de Munich calcula con alrededor de 100.000 emigrantes judíos por año en la década de los treinta. De modo que en 1939 no pudo haber más de 2,7 millones de judíos viviendo en Polonia (según los cálculos de Sanning 2,633 millones).
Una parte considerable de estos judíos vivía en los territorios ocupados en septiembre de 1939 por la URSS. Además, cuando Hitler y Stalin se repartieron Polonia, cientos de miles de judíos huyeron del oeste al este. En la parte occidental de Polonia, anexada por Alemania, y en Polonia central, que también cayó bajo dominio aleman como «Generalgouvernement», posiblemente haya quedado apenas un millón (según Sanning. ¡menos de 800.000!) de judíos. Los judíos que quedaron bajo dominio alemán fueron concentrados en guetos y debían estar constantemente preparados a ser enviados a trabajos forzados; de modo que, aun sin matanzas en masa y sin cámaras de gas, su suerte fue realmente dura. Epidemias y el hambre reinante en los guetos causaron decenas de miles de víctimas.
Cuando en junio de 1941 las tropas alemanas invadieron la Unión Soviética, la mayoría absoluta de los judíos, según fuentes oficiales soviéticas el 80%, fue evacuada y diseminada por todo el territorio del gigantesco imperio. Esto incluye a los judíos polacos que desde 1939 vivían bajo el látigo de Stalin. De los judíos soviéticos, tres cuartos de millón, como máximo, cayeron baje dominio alemán. La guerra, masacres llevadas a cabo por comandos de acción como así también pogromos por parte de la población autóctona, significaron grandes pérdidas de sangre, pero la gran mayoria de los judíos sobrevivió.
A partir de 1942, los alemanes comenzaron a enviar a los judíos de todos los países ocupados a las regiones conquistadas en el este.
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Esta fue la «solución final de la cuestión judía.» Los judíos desplazados fueron trasladados a guetos. La suerte corrida por estos deportados todavía no ha sido estudiada en profundidad. Como esos procesos de reasentamiento contradicen al mito, las potencias vencedoras indudablemente destruyeron los documentos respectivos o los hicieron desaparecer en el botiquín del olvido, siendo menos que bienvenidos los «relatos de sobrevivientes», hechos por deportados que regresaban, ya que ponían en ridículo la leyenda del remate del judaísmo europeo en los campos de exterminio. De todos modos, las deportaciones masivas de judíos a Rusia son admitidas también por los exterministas; Gerald Reitlinger por ejemplo en su Final Solution («Solución final») se ocupa bastante detalladamente de ellas. El hecho de que los nazis, en un momento en que ya hacía tiempo habrían decidido la total exterminación física del judaísmo, todavía enviasen a masas de judíos a Rusia para asentarlos allá, pasando en el camino al lado de seis campos de exterminio que trabajaban a todo vapor, es uno más de los innumerables milagros del holocausto.
No es posible establecer la cantidad de deportados. Según el estadístico de las SS, Richard Korherr, hasta marzo de 1943 fueron 1,873 millones. Sin embargo el informe Korherr no es incondicionalmente confiable.
En su libro Die zweite babylonische Gefangenschaft («El segundo cautiverio babilónico»), Steffen Werner se ocupa del asentamiento de judíos en Bielorrusia. A pesar de que hay que ser precavido al leer ese libro, junta prueba tras prueba de que una cantidad muy importante de judíos fue enviada a la parte oriental de Bielorrusia y que luego se quedaron allí después de la guerra. Con toda seguridad, gran parte de los judíos polacos que fueron a parar a la URSS se quedaron allá voluntariamente, ya que habían perdido sus bienes en Polonia y se hubiesen encontrado ante la nada al volver. Además, el gobierno soviético aún practicaba a la sazón una politica abiertamente projudía; esto sólo cambió poco antes de la muerte de Stalin. Parece poco probable que cantidades importantes de judíos procedentes del oeste o del centro de Europa se hayan quedado voluntariamente en el imperio sovietico. ¿Es posible que algunos de ellos hayan sido retenidos contra su voluntad? ¿Cuántos de ellos
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murieron, cuántos regresaron a su patria para volver a emigrar en seguida desde ella? ¿Qué sucedió, por ejemplo, con los miles de judíos holandeses que, pasaando por Birkenau y Sobibor, fueron deportados a Rusia? ¡Una pila de preguntas no esclarecidas! Hoy, a casi medio siglo después de finalizar de la guerra, sería hora de enterrar la imbecilidad sobre cámaras de gas, de acabar con la hipocresia, las mentiras y los fraudes ordenados por los gobiernos, de abrir los archivos y de promover la investigacion histórica seria, en vez de llevar a investigadores serios como Faurisson ante los tribunales, de prohibir estudios realizados sobre la base de las ciencias exactas, como lo es el informe Leuchter, o de poner en el índice expurgatorio un libro como Auschwitz-Mythos de Stäglich.
35. La respuesta
Después de la guerra y en brevísimo lapso, centenares de miles de judíos emigraron a Palestina, a los EE.UU. y a varios otros países. Uno de los aspectos más fascinantes del libro de Sanning es la descripción de esas oleadas emigratorias. Sanning describe por cuántas aventuras pasaron muchos judíos para llegar a sus nuevas patrias. Algunos naufragaron en Chipre o en Persia, antes de arribar a su destino propiamente dicho, otros vivieron por anos en Marruecos o Túnez. Todos los datos están fundamentados en estadísticas demográficas oficiales como así también en citas de obras de autores judíos.
Sanning calcula que las bajas judías en los territorios soviéticos ocupados por los alemanes se elevan a 130.000 y las de los países europeos a algo más de 300.000 personas. Subraya que la cantidad efectiva de víctimas puede ser sustancialmente menor como también mayor en algunos centenares de miles. A nosotros nos parece mucho más probable la segunda alternativa. Es muy poco probable, aunque no se pueda descartar del todo, considerando las innumerables incertidumbres, la conjetura de que las pérdidas humanas sufridas por el pueblo judío bajo el dominio alemán lleguen a la cifra redonda de un millón -- en esla cifra se basó Rassinier, el pionero revisionista, en su momento.
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36. El guarismo de seis millones
¡La cifra mitica de seis millones de judíos asesinados apareció en la propaganda sionista ya en el año 1942! El 9 de mayo de 1942, Nahum Goldmann, más tarde presidente del congreso mundial judío, anunció que de los ocho millones de judíos al alcance de Hitler, solamente entre dos o tres millones sobrevivirían la guerra. Más adelante, todas las estadísticas demográficas fueron adulteradas hasta que se llegó, por lo menos aproximadamente, a la cifra deseada. Los falsificadores de la historia procederi de la siguiente manera:
-- En la mayoría de los casos, sólo toman en cuenta la enorme emigración de preguerra en lo referente a Alemania y Austria.
-- Ignoran la nada insignificante emigración judía durante la guerra.
-- Se basan en los resultados de los primeros censos de posguerra, llevados a cabo en 1946 o 1947, es decir después de la emigración de cientos de miles de judíos a países fuera de Europa.
-- No toman en cuenta la evacuación masiva de judíos soviéticos después de la invasión alemana, documentada perfectamente por fuentes soviéticas, y no mencionan la fuga de una gran parte de los judíos polace s a la URSS.
-- Todos los judíos desplazados a Rusia por los alemanes y que se quedaron en ese país, son deliarados víctimas de asesinato. También se convierten en victimas del holocausto los judíos muertos en el transcurso de deportaciones estalinistas o en campos de trabajo soviéticos, y los soldados aliados de origen judío, muertos en batalla.
-- La simpatía de los exterminacionistas por sutilezas tales como la merma demográfica como consecuencia del éxodo en masa de gente joven, es menor aún.
Vamos a demostrar, tomando dos casos como ejemplo, el método de trabajo de los falsificadores de la historia.
Ejemplo número uno: Un judío polaco emigra, al igual que decenas de miles de sus correligionario:s, en la década de los treinta a Francia.
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Allí es arrestado en 1942 y enviado a un campo de concentración. Durante la ocupación alemana fueron deportados, según cálculos del erudito sionista Serge Klarsfeld, 75.721 judíos franceses. Más de dos tercios de ellos tenían pasaportes extranjeros, ya que Pétain rehusaba por principio que ciudadanos franceses fuesen llevados por la fuerza. Para poder llegar a una cantidad de muertos lo más grande posible entre esos deportados. Klarsfeld en su Mémorial de la déportation des juifs de France, considera muertos a todos aquellos que hasta fines de 1945 no se presentaron en el ministerio de veteranos de guerra. ¡Pero presentarse no era obligatorio! Además, muchos de los judíos con pasaportes extranjeros que regresaban, emigraron directamente a Palestina, Norteamérica u otras partes.
Supongamos que el judío de nuestro ejemplo, después de su regreso en 1945 de un campo de trabajo, haya emigrado a Sudamérica. En este caso figura dos veces en la estadística del holocausto: en primer lugar, es uno de los judíos que en 1931, durante el último censo polaco, todavía vivían en Polonia, pero después de la guerra ya no, y que por consiguiente fueron gaseados, y en segundo lugar, hasta fines de 1945 no se había presentado en el ministerio de veteranos de guerra, convirtiéndose en consecuencia en uno de los judíos franceses gaseados. ¡Dos muertos más para la estadística del holocausto!
Segundo ejemplo: Una famili a judía, llamémosla Süssmann, es detenida por los nazis en 1942. El marido es enviado a trabajos forzados a un campo de concentración, la mujer, con sus dos hijos, es ubicada en un gueto, donde contrae una nueva relación. Después de finalizar la guerra, la mujer y los dos hijos, junto con su nueva pareja, emigran a Israel y allí se casan. Declara a su primer marido como desaparecido, y así éste empieza a figurar en la estadística del holocausto. En realidad emigró a los EE.UU., en donde hace registrar a su mujer y a sus niños como fallecidos. Ahora, si más tarde se le ocurre a alguien buscar a un Jakob Süssmann en los EE.UU., sería inútil, porque Jakob Süssmann ya no existe. Aviso de defunción en el diario judio de habla alemana Aufbau de Nueva York, del 19 de marzo de 1982: «El 14 de marzo de 1982 falleció repentinamente nuestro amado y buen padre, suegro y abuelo James Sweetman (Süssmann), antes residente en Danzig ... »
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Otros ejempIes sobre cambios de apellido de este tipo, tomados del Aufbau, se citan en la revista Historische Tatsachen («Hechos históricos») Nº 52: Königsberger se convierte en King, Oppenheimer en Oppen, Malsch en Maier, Heilberg en Hilburn, Mohrenwitz en Moore, Günzburger en Gunby. La familia Süssmann suministró cuatro nombres para la estadística del holocausto, a pesar de que los cuatro sobrevivieron la guerra.
37. La clave para la solución de la cuestión demográfica está en la URSS
Según el censo de comienzos de 1939, en aquel entonces vivían en la Unión Soviética algo más de 3 millones de judíos. Ya en aquel momento y debido a la tasa de natalidad extremadamente baja de la minoría judía, como así también a la creciente tendencia asimilatoria, no se podía hablar de un crecimiento natural de ese grupo étnico. El primer censo de posguerra llegó a la cifra de sólo 2,267 millones de judíos soviéticos, pero todos los sionistas están de acuerdo en que esa cifra estaba alejada de toda realidad; en aquella época reinaba en la URSS un pronunciado clima antisionista y el que se declaraba judío, debía estar preparado a sufrir todo tipo de trastornos. Cabe agregar que muchos judíos ya no se sentían como tales, sino como rusos, ucranianos, etc., y en los censos soviéticos cada cual podía declarar la nacionalidad de la cual se sentía miembro.
Aún después de iniciarse el éxodo en masa de judíos soviéticos a Israel y los EE.UU., fuentes judías e israelíes calculaban con más de 4 millones de judíos soviéticos, y el New York Post escribía el 1º de julio de 1990:
Antes se pensaba que en la URSS vivían entre dos y tres millones de judíos. Pero enviados israelíes, que gracias a las relaciones diplomáticas mejoradas pueden viajar libremente a la Unión Soviética, informaban que la cantidad verdadera llega a más de 5 millones.
Si esa cifra es correcta, antes del comienzo de la oleada emigratoria, es decir a fines de la década de los sesenta, cerca de 6 millones de judíos deben haber vivido en la URSS -- desde el punto
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de vista de la estadística, tres millones redondos «de más». Es ésta una prueba terminante de que una parte importante del judaísmo polaco «gaseado», como así también muchos judíos de otros países europeos (en especial de Rumania y de los países bálticos) fueron absorbidos por la Unión Soviética.
La matemática mágica de las camarillas de falsificadores de la historia se evidencia en el libro -- compilatorio publicado por Wolfgang Benz en 1991 bajo el titulo Dimension des Völkermordes («Dimensión del genocidio»), en el cual figura un aporte de un tal Gert Robel sobre la URSS. Según Robel, antes del comienzo de la guerra germano-soviética vivían en la URSS más de 5 millones de judíos, lo que en términos generales concuerda con la cifra calculada por Sanning. 2,8 millones de judíos soviéticos fueron, según Robel, masacrados por los alemanes.
En el transcurso de la guerra, y principalmente debido a las evacuaciones masivas llevadas a cabo por Stalin y a su política de la «tierra quemada», por lo menos un 12% de la población soviética encontró la muerte, y no existe razón alguna para suponer que la cantidad de víctimas judías hubiese llegado a un porcentaje menor. En consecuencia, de los 2,3 millones de judíos, que según Robel sobrevivieron los asesinatos en masa alemanes, otros 280.000, y aun más, deberían de haber muerto por otras razones relacionadas con la guerra. En 1945, siguiendo al señor Robel, en la Unión Soviética podían haber vivido 2,02 millones de judíos como máximo (probablemente muchos menos). ¿Cómo es posible que éstos, considerando las bajas cifras de natalidad y la fuerte tendencia a la asimilación, pudieron casi triplicarse hasta fines de los años sesenta? Desde luego, el dudoso volumen de Benz fue aclamado por los medios de comunicación como obra maestra de la ciencia.
38. Destinos individuales
El hecho de que en los campos de concentración hubo innumerables muertes a causa de epidemias y privaciones, pero que no hubo aniquilamiento sistemático, queda demostrado por muchos destinos individuales. Primo Levi entró en la guerrilla después de la ocu-
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pación de Italia por los alemanes, Fue apresado y se declaró abiertamente judío. Los nazis lo mandaron para trabajos forzados a Auschwitz. Sobrevivió y después de su liberación, escribió el libro Sè questo è un uomo.
El judío y socialista de izquierda austríaco Benedikt Kautsky, según los estereotipos conocidos, deberia de haber muerto por partida doble. Pasá siete años en campos de concentración: Dachau, Buchenwald, Auschwitz y de nuevo Buchenwald. Después de la guerra escribió su libro Teufel und Verdammte («Diablos y condenados»). Su madre murió como octogenaria en diciembre de 1944 en Birkenau. Encarcelar a personas de esa edad de por sí es una vergüenza, pero no es posible detectar un propósito de exterminar: la señora Kautsky recibió atención médica y es incierto si, con miras a las terribles condiciones de vida durante el último invierno de la guerra, podría haber vivido por más tiempo estando en libertad.
Otto Frank y sus hijas Anne y Margot sobrevivieron Auschwitz. Anne y Margot fueron deportadas a Belsen donde murieron a principios de 1945, probablemente de tifus exantemático. Otto Frank murió en Suiza, siendo un anciano.
En Das jüdische Paradox («La paradoja judía»), Europ Verlagsanstalt, 1978, p. 263), Nahum Goldmann, por muchos años presidente del Congreso Mundial Judío, escribe:
Pero en 1945 había cerca de 600.000 sobrevivientes judíos de KZ, a los que ningún país quería recibir.
Si los nazis querían exterminar a los judíos, ¿cómo pudieron sobrevivir 600.000 de ellos en los campos de concentración alemanes? ¡Si los nazis tuvieron tres años y tres meses de tiempo desde la conférencia de Wannsee hasta el fin de la guerra para terminar con su obra exterminadora!
¡Echemos una mirada a la larga lista de judíos prominentes que sobrevivieron Auschwitz, u otros campos de concentración o cárceles alemanas! Entre muchos otros encontramos a:
Léon Blum, jefe del gobierno è el frente popular de la Francia de preguerra.
Simone Veil, más tarde presidenta del Parlamento Europeo.
Henri Krasucki, más adelante el número dos de la central de sindicatos obreros franceces CGT
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Marie-Claude Vaillant-Couturier, posteriormente miembro del comité central del partido comunista de Francia.
Jozef Cyrankiewicz, posteriormente presidente del Consejo de ministros polaco.
Dov Shilansky y Sheevach Weiss, anterior y actual presidente de la Knesseth.
Georges Charpak, premio Nobel de fisica de 1992.
Roman Polanski, director de cine (Rosemary's Baby).
Leo Baeck, según la opinión de muchos el rabino más grande del siglo.
Jean Améry, filósofo.
Samuel Pisar, escritor francés.
Jurek Becker, escritor alemán.
Erik Blumenfeld, politico del partido democrata cristiano alemán (CDU).
Hermann Axen, político del partido de unidad socialista de la República Democrática Alemana (SED).
Paul Celan, poeta lirico (Der Tod ist ein Méster aus Deutschland, [«La muerte es un maestro de Alemania»]).
Simon Wiesenthal, «cazador de nazis».
Ephraim Kishon, escritor satirico.
Heinz Galinski e Ignatz Bubis, presidentes del Consejo central de los judíos alemanes.
Georges Wellers, Hermann Langbein y Schmul Krakowski, todos ellos co-autores del libro compilatorio Nationalsozialistische Massentötungen durch Giftgas («Matanzas en masa nacionalsocialistas con gas venenoso»).
Y Elie Wiesel.
En enero de 1945, el prisionero de Auschwitz Elie enfermó de los pies. Debido a ello quedó incapaz para trabajar y en consecuencia prácticamente condenado a muerte. Pero no, fue llevado al hospital y recibió tratamiento médico. Mientras tanto se acercaba el ejército rojo. A los prisioneros se les comunicó que los que estaban sanos serían evacuados mientras que los enfermos podían quedarse si así lo deseaban. Elle y su padre pertenecían al grupo de los enfermos. ¿Cuál habrá sido su elección? ¿Se quedaron para esperar a los libertadores? No, siguieron voluntariamente a los alemanes, ¡a aquellos
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alemanes que, ante los ojos de Elie, habían arrojado a bebés en una fosa ardiente, que habían empujado a judíos mayores a otra zanja ardiente, más grande, en la cual siguieron agonizando por horas y horas! Léase en La Nuit, o en la versión alemana, adulterada por Curt Meyer-Clason, Die Nacht zu begraben, Elischa («Para enterrar la noche, Elischa»).
El propósito de Hitler fue exterminar a los judíos. En la conferencia de Wannsee se tomó la decisión de eliminar al judaísmo. Esto es lo que se les inculca a nuestros hijos en la escuela. Si los maestros de historia y los manuales de historia tuviesen razón, en mayo de 1945 no habrían estado con vida 600.000 ex-prisioneros judíos de KZ, sino a lo sumo 600. Más bien menos. El Tercer Reich era un estado policial sumamente eficiente.
Mientras que, según Goldmann, 600.000 judíos sobrevivieron a los KZ, probablemente 200.000 a 300.000 judíos murieron en esos mismos campos de concentración, en su mayoría por enfermedades y, en los caóticos meses finales de la guerra, también de hambre. La tragedia del pueblo judío fue, aun sin cámaras de gas, bastante terrible de por sí.
39. El encuentro familiar de los Steinberg
El State Time (Baton Rouge, Louisiana, USA) del 24 de noviembre de 1978 trae el siguiente reportaje:
Antaño, los Steinherg vivían en un pueblito judío de Polonia. Eso fue antes de los campos de la muerte de Hitler. Ahora un poderoso grupo de más de 200 sobrevivientes y sus descendientes se han encontrado aquí, para participar todos juntos en una fiesta muy especial de cuatro días, que muy apropiadamente comenzó el Dia de Acción de Gracias («Thanksgiving Day»). El jueves llegaron parientes del Canadá, de Francia, de Inglaterra, de la Argentina, de Colombia, de Israel y de por lo menos 13 ciudades de los EE. UU. «Es fantástico», dice Iris Krasnow de Chicago. «Aquí tenemos juntas a cinco generaciones, del bebé de tres meses hasta el anciano de ochenta y cinco años. La gente llora de felicidad y viven un momento, maravilloso. Es casi como una reunión de fugitivos de la Segunda
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Guerra Mundial.» Sam Klaparda de Tel Aviv quedó mudo, al observar en el salón del Hotel Marriott del aeropuerto internacional de Los Angeles un árbol genealógico imponente. «Es grandioso, todos los parientes que tengo» dijo... Para la madre de Iris Krasnow, Hélène, que emigró desde Polonia a Francia y de allí a los EE. UU., la reunión significó un acontecimiento muy grato. «No puedo creer que tantos hayan sobrevivido el holocausto. Aquí se puede ver tanta vida -- una nueva generación. Es maravilloso. Si Hitler lo supiera, estaria dando vueltas en la tumba.» (Citado según Serge Thion, Vérité historique ou vérité politique?, La Vieille Taupe, 1980, p. 325 326).
De los centenares que los Steinberg no pudieron descubrir, seguramente muchísimos han perdido la vida bajo el dominio alemán. Otros viven, como aquellos que fueron encontrados, diseminados por todos los países del mundo occidental, desde Israel, pasando por los EE.UU. hasta la Argentina. Y aún más viven en las inconmensurables extensiones de Rusia o murieron allá de muerte natural.
40. Un holocausto solo no fue suriciente para los reeducadores
El genocidio imaginario de los seis millones de judíos aún no les bastaba a los reeducadores. Es así como además inventaron un genocidio de 500.000 gitanos. Así escribe Sebastian Haffner sobre este último, en un libro alabado por sobre las nubes por la crítica:
A partir de 1941, los gitanos fueron exterminados sistemáticamente en los territorios ocupados de la Europa oriental, de la misma manera que los judíos que vivian allí. Esta matanza masiva... tampoco fue investigada en detalle más tarde. No se hablaba mucho de ella cuando estaba sucediendo y aún hoy no se sabe mucho más de ella, sólo que ha tenido lugar. (Anmerkungen zu Hitler, [«Acotaciones sobre Hitler»], Fischer Taschenbuch Verlag, 1981, p. 130).
Es decir, no hay pruebas del genocidio de los gitanos. No obstante, ¡se sabe que tuvo lugar! Udo Walendy, en el número 23 de la revista Historische Tatsachen (« Hechos históricos»), se ocupa con
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detenimiento del imaginario «holocauste, de los gitanos». Va de suyo que el número mencionado, así como muchos otros, fue prohibido por la censura del «estado alemán más libre de la historia», a pesar de no habérsele podido probar a Walendy ni un solo postulado falso. «Ningún libro recuerda su martirio, ninguna monografia describe su camino a las cámaras de gas y su enfrentamiento con los pelotones de ejecución del Tercer Reich», se lamenta la revista Der Spiegel (Nº 10/1979) acerca de la ausencia de cualquier tipo de documentación sobre el asesinato de medio millón de gitanos.
Esto no debe sorprender de ninguna manera, ya que ese genocidio se perpetró únicamente en la fantasía enfermiza de los reeducadores y falsificadores de la historia.
41. El dictamen de Robert Faurisson sobre la leyenda del holocausto
Por de pronto parece inconcebible que una leyenda tan abominable como la del gaseo de millones de inocentes sea defendida por un sistema democrático a fuerza de censura y de terror. Y aún más inconcebible parece, a primera vista, que precisamente aquéllos, para los que el fin de la estafa del siglo debería significar liberarse de una pesadilla, es decir los judíos y los alemanes, son los que se aferran más encarnizadamente a ese mito tan monstruoso.
La mentira es mantenida en vida a toda fuerza, porque el triunfo de la verdad histórica significaría, para muchísimas personas inmensamente poderosas, una catástrofe inconmensurable e irreparable.
Robert Faurisson, que posiblemente haya contribuido más que cualquier otro a porter en descubierto a la mayor estafa en la historia de la humanidad (sin él, el Informe Leuchter nunca hubiese sido publicado), formuló una «tesis de las 60 palabras» que en la versión ampliada posteriormente dice en su traducción:
Las presuntas cámaras de gas de los nazis y el presunto genocidio de los judíós son parte de una misma mentira histórica utilizada para cometer una gigantesca extorsión política y financiera. Los principales beneficiados de la mentira son Israel y el sionismo internacional. Las principales victimas son el pueblo alemán -- ¡pero no su clase dirigente! -- los palestinos en su totalidad y, no por último,
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la joven generación judía, que por la religión del holocausto es encerrada más y más en un gueto psicológico y moral.
42. "¿Cómo se ganan millones contando cuentos?"
Desde el año 1952, la República Federal de Alemania ha pagado --según la revista Spiegel Nº 18/1992 -- 85,4 mil millones de marcos a Israel, a organizaciones sionistas y a individuos judíos. Una pequeña parte de esa suma llegó a manos de ex-prisioneros de los campos de concentración, siendo indiscutible el fundamento moral de esos pagos. La mayor parte del dinero se le pagó, como una especie de multa por cámaras de gas inventadas libremente, a un estado que en el momento de cometerse el supuesto genocidio, ni siquiera existía aún. En Das jüdische Paradox («La paradoja judía») p. 171, escribe Nahum Goldmann:
Sin las reparaciones alemanas, que comenzaron a pagarse en los primeros diez años después de la fundaclón de Israel, el estado dispondría de apenas la mitad de su infraestructura actual: todos los trenes, todos los buques, todas las usinas elécericas y gran parte de la industria, son de origen alemán.
No sorprende, entonces, que Goldmann prosiga más adelante (p. 180) con sonrisa pícara:
Quisiera relatarles ahora dos episodios que pertenecen al capitulo «Cómo ganar millones contando cuentos»...
A Israel el holocausto le sirve además como herramienta eficaz para asegurarse el apoyo incondicional de los EE.UU. Los afectados por esta política son los palestinos.
Ellos son las víctimas principales del insaciable Moloc Holocausto y, por culpa de las cámaras de gas inventadas par los sionistas, en su mayoria se encuentran morando hace décadas en míseros campos de refugiados. Finalmente, el estado israelí, al igual que las organizaciones sionistas internacionales, se sirven del holocausto para mantener a los judíos de todos los países en un permanente estado de psicosis de persecución y de histeria para. de esta manera, aglutinarlos mejor. Fundamentalmente existe hoy por hoy un último lazo que une a todos los judíos del mundo, ya sean asquenazíes o sefardíes, píos o ateos, zurdos o derechistas: El terrible trauma del
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holocausto, la fiera determinación de nunca más dejarse conducir, cual ovejas, al matadero. Así, el holocausto se convirtió en un sucedáneo de la religión, en el cual puede creer hasta el judío agnóstico más empedernido, y así llegaron a ser las cámaras de gas de Auschwitz el relicario más sagrado del mundo para los judíos.
Pero ésta todavía no es la razón principal por la cual, del punto de vista israelí y sionista, la mentira debe ser sostenida a toda costa. El día en que se revele que todo ha sido un fraude, será la hora cero para Israel y los judíos del mundo entero. Los judíos, a la par de los alemanes (y de los austríacos), les preguntarán a sus líderes: ¿porqué nos habéis mentido día tras día? La pérdida de credibilidad que sufrirá todo el establishment israelí y judío -- políticos, rabinos, escritores, periodistas, historiadores -- posiblemente nunca más se podrá reparar. En estas circunstancias, la casta dirigente israelí y judía está ligada a la alemana por un horreado lazo del destino: ambas han quedado enredadas en una telaraña de mentiras, de la cual ya no hay escapatoria, y tratan desesperadamente y por todos los medios de postergar el "día D".
43. ¿Por qué el establishment alemán y el austríaco temen a la verdad histórica como el diablo el agua bendita?
El hecho de que los políticos y los intelectuales alemanes y austríacos ayuden a mantener en pie el cuento del holocausto parece ser, a primera vista, una prueba de su autenticidad. ¿Por qué, se preguntará uno, esta gente estaría empeñada en abrumar a su propio pueblo con atrocidades inventadas?
Ya hemos visto que la República Federal de Alemania, por razones de política interna y externa, ha adoptado la historiografía de los vencedores. Por un lado, los políticos e intelectuales alemanes querían reeducar a su pueblo, confrontándolo regularmente con la barbarie del nacionalismo y, por el otro, el estado alemán occidental quiso perfilarse como aliado ejemplar de los EE.UU. y evitar una permanente campaña antigermana de los medios de comunicación estadounidenses, controlados por el sionismo.
Para los conservadores de Alemania Occidental, una propaganda moderada del holocausto y de las cámaras de gas hubiese sido su-
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ficiente. Auschwitz dos veces por semana les habría alcanzado; pero pronto, la izquierda, cuya meta era la extinción total de todo sentimiento patriótico, se apoderó del tema. La prensa, la televisión, curas y pedagogos le sirvieron al pueblo Auschwitz tres veces por día. Los conservadores no podían hacer nada contra esto, ya que de haberlo hecho se los habría acusado inmediatamente de reivindicar a Hitler. Ahora se encuentran, junto con los zurdos, en una trampa sin salida: desde los politicos de la CSU (Unión Social-Cristiana) hasta los del partido verde (ecologistas), gente de los medios de comunicacion, escritores y, sin olvidarlos, aquellos «historiadores» que por décadas fueron pagados por copiar la basura escrita por otros y por falsificar la historia con el objetivo de «criminalizar» a su propio pueblo, todos ellos estarían entonces expuestos al repudio ilimitado y al infinito desprecio de sus compatriotas. La totalidad de la clase dirigente y formadora de opinión de un estado se encuentra hoy en día con la espalda contra la pared y trata desesperadamente de postergar la fecha de rendición de cuentas por el máximo tiempo posible -- por intermedio de una censura de prensa total, la más acabada de la historia, además de una propaganda del holocausto cada día más pesada (¡hoy se e scribe mucho más sobre el holocausto que hace diez o veinte años!) y, finalmente, por la herramienta de una interminable cadena de juicios en los cuales el único argumento esgrimido contra los revisionistas es que el asesinato de seis millones de judíos es un hecho comprobado.
Reinan premisas similares en Austria, donde la casta dirigente procede de una manera rayana en la locura. Todo austríaco que demuestre que las cámaras de gas de Auschwitz, según las leyes de la física y de la química, no podían haber funcionado, se arriesga a diez años de calabozo.
44. ¿Por qué están interesados los gobernantes y los formadores de la opinión pública de las democracias occidentales en que se siga mintiendo?
Aunque para los dirigentes de las democracias occidentales, aparte de las de Alemania y Austria, el ocaso de la leyenda no seria mortal,
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si les sería desagradable en altísima medida, ya que la confianza de la población en el sistema democrático quedaría seriamente afectada. ¿Qué clase de democracia es ésta, que por décadas mantiene en vida una estafa de esta magnitud con los métodos primitivos de un estado policial?
Las consecuencias serían devastadoras en especial para la izquierda, cuya meta es la sociedad multicultural a ser creada por una inmigración masiva de gente del tercer mundo, es decir, el desplazamiento paulatino de las poblaciones autóctonas. El holocausto es para ellos el perfecto comodín contra toda suerte de patriotismo, ya que éste, según la izquierda, conduce finalmente a Auschwitz.
El ocaso de la leyenda del holocausto seria para nuestros historiadores, periodistas e intelectuales una debacle sin precedentes. ¡No hay que olvidar que todos se quedaron con los dedos descarnados de tanto escribir sobre el asesinato de los seis millones de judíos! ¡Será un papelón de primera para ellos, si la verdad consigue abrirse paso! Siendo así, ya no sorprende que la censura sea manejada con el máximo rigor, porque, luchando por las cámaras de gas, la gente de los medios de comunicación y los historiadores luchan por sí mismos.
45. ¿Por qué poco menos que la totalidad de los no involucrados cree en el holocausto?
Toda persona criada en la sociedad occidental ha oído hablar sin cesar a partir de su más tierna infancia del aniquilamiento de los judíos. En tales circunstancias toda duda al respecto debe parecer, en un primer instante, tan absurda como la pregunta de si la Segunda Guerra Mundial realmente tuvo lugar. Aun aquél que se viera confrontado con las pruebas del engaño, en general ya no puede cambiar de opinión después de tantos años de lavado de cerebro. Seguramente hay algunos que saben, o al menos sospechan, que se nos está mintiendo, pero jamás se atreverían a decirlo en voz alta, ya que conocen el precio que la democracia liberal ha fijado para semejante herejía: una batida sin tregua, llevada a cabo por los medios de comunicación, el terror ejercido hasta contra sus familias, la destrucción
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de su existencia profesional y, en algunos países, multas y condenas carcelarias.
46. ¿Es perjudícial para la mayoría de los judíos el fin de la mentira del holocausto?
Para los dirigentes del Estado de Israel y de las organizaciones sionistas, la victoria de la verdad histórica significará una catástrofe. Para la mayoria absoluta de los judíos, aquel 99% que cree en el holocausto, ya que se le miente de la misma manera que a los no judíos, la revelación del engaño, después del primer shock, será una liberación: el mero concepto de que seis millones de sus correligionarios fueran exterminados por el solo hecho de ser judíos, con el temor permanente de que una tragedia similar se repita, debe tener el efecto de una pesadilla interminable para ellos. Según escribe Robert Faurisson, la mentira del holocausto encierra a los judíos en un gueto invisible y los separa del resto de la humanidad. Si se derrumban los muros de este gueto, ello será una bendición para el pueblo judío en su totalidad.
47. ¿Por qué debemos sobreponernos a la mentira del holocausto?
Debemos vencer la mentira por ser mentira, porque una mentira tan monstruosa infesta al mundo entero. Debemos superarla, porque es una falsificación infame de la historia. En toda las guerras suffen y mueren seres humanos, y en la Segunda Guerra Mundial sufrió y murió más gente que nunca. Solamente en Leningrado, un millón de rusos murieron de hambre durante el sitio; en 1944, los polacos vieron cómo su ciudad capital se convirtió en escombros y cómo morían 180.000 de sus compatriotas entre las ruinas; durante el bombardeo totalmente absurde de Dresde, poco antes de finalizar la guerra, por lo menos 130.000 personas, posiblemente aun el doble, sucurribieron en las llamas. Leningrado, Varsovia y Dresde son tres
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nombres cargados de simbolismo que representan a un total de mais de 40 millones de muertos en la guerra. Sin embargo, se habla más de los sufrimientos y los sacrificios de cierto pueblo que de los de todos los demás pueblos juntos, y las pérdidas humanas de ese pueblo se exageran multiplicándolas por seis o hasta por doce.
Debemos derrotar la mentira, porque no podemos construir una Europa de pueblos con igualdad de derechos mientras que uno de esos pueblos europeos sea difamado día tras día achacándosele un genocidio imaginario en cámaras de gas. Y, finalmente, debemos sobreponernos a esa mentira, porque nos ha enfermado y porque paraliza nuestra voluntad de autoafirmación y de preservación de nuestros legítimos intereses. La demencial política de asilo y de inmigración de algunos estados europeos, que forzosamente debe llevar a problemas sociales y étnicos insolubles, con el resultado del arriconamiento de la población autóctona, tiene sus raíces en la mentira del holocausto: ya que en su momento no hicimos nada para salvar a los judíos de las cámaras de gas, ¡hoy estamos obligados, como por penitencia, a albergar a un sinnúmero de inmigrantes provenientes de culturas foráneas! Esta política de los complejos de culpabilidad y del odio por nosotros mismos nos conduce al abismo.
48. ¿Podrá la estafa del siglo sobrevivir a éste?
Probablemente no, y si lo puede, entonces por no más de algunos años. Nunca jamás en la historia los gobernantes han logrado ocultar por largo tiempo una verdad por elles odiada, haciendo uso de la censura y del terror. La imagen copernicana del universo se ha impuesto a pesar de la inquisición. La teoria darwiniana sobre el origen del hombre fue objeto de burla y mofa por mucho tiempo y, sin embargo, hoy es aceptada universalmente. Es así como medidas de represión del estado y la censura ejercida por los medios de comunicación pueden quizás postergar la victoria del revisionismo, pero no impedirla y, dentro de un lapso previsible, las cámaras de gas terminarán como deben terminar: cual chatarra de la historia.
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49. Delirio de brujeria del siglo XX: El credo del holocausto
La mentira del holocauste es obscena. Siendo de un primitivismo detestable, es un insulto para toda persona pensante conocedora de los hechos. Apenas pasa un día en que los diarios no publiquen algo sobre un «sobreviviente del holocauste» -- de haber querido los alemanes realmente aniquilar a los judíos, es muy poco probable que alguna de esas personas hubiese llegado a mayo de 1945 con vida.
Los «historiadores» nos cuentan que en Auschwitz un millón de judíos fueron asesinados con Zyklon B y en Belzec y Treblinka un total de 1,4 millones con gases de escape de motores diesel. Los muertos de Auschwitz en su mayoría y los de Belzec, Treblinka, Chelmno y Sobibor en su toltaidad, habrían sido incinerados al aire libre sin que quedasen ni cenizas, ni restes óseos. Esta patraña se habría desmoronado inmedialamente si el primer gobierno de la RFA de 1949, gastando algunos miles de marcos, hubiese encargado elaborar tres peritajes: el primero por un experte, en desinsectación, conocedor de las propiedades del Zyklon B, el segundo por un constructor de motores diesel y el tercero por un experte en cremación. El primer experte habría expuesto que las «declaraciones de testigos» y las «confesiones de autores del delito» sobre los asesinatos en masa con Zyklon B estaban en contradicción con las leyes físicas. El segundo habría dejado en claro que las matanzas con gases de escape de motores diesel, aun siendo posibles teóricamente con grandes dificultades, son, empero, inconcebibles en la práctica, ya que cualquier motor naftero es un arma asesina mucho más peligrosa que un motor diesel. El tercero habría estipulado categóricamente que el cuento de que millones de cadáveres puedan hacerse desaparecer en campo abierto sin dejar rastros, es un disparate total. ¡Tres peritajes, llevados a cabo por expertos en el año 1949, le habrían ahorrado al mundo una imbécil propaganda del holocausto practicada ya por décadas!
Sin ninguna duda, futures historiadores llegarán a la conclusión de que la histria del holocauste del sigle XX es el equivalente cabal de la creencia en las brujas del medioevo.
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En la Edad Media, toda Europa, incluyendo sus intelectuales más ilustres, creyó en la existencia de brujas. En un sinnúmero de procesos, las brujas probadas culpables de haber fornicado con el Demonio, confesaron su conducta desvergonzada. Gracias a esas confesiones, se sabía que la verga de Satanás era escamada y su semen, helado. Por medio de ensayos científicos exactos, investigadores de mérito pudieron probar que algunas brujas no se salían de su cama mientras que, al mismo tiempo, montadas sobre sus escobas, cabalgaban por los aires en la noche de Walpurgis, para luego cohabitar con el Príncipe de las tinieblas. Esto significaba que sobre la escoba no estaba montado el cuerpo de las brujas sino su otro ego, es decir, su alma. Miles de herejes impíos, juntamente con las brujas, fueron a parar a la hoguera en castigo por su pacto con el diablo; el texto de esos pactos había sido exactamente reconstruido merced al celo de tribunales estrictamente legales. Legiones de testigos fehacientes confirmaban esas conclusiones científicas con sus declaraciones juradas. Los libros sobre brujas, el diablo, el infierno y la magia llenaban bibliotecas enteras.
En nuestro siglo, el siglo de Einstein, el de la fisión nuclear y de los vuelos a Saturno, doctores en jurisprudencia, profésores de historia, intelectuales con conocimientos enciclopédicos de la literatura universal, editores de renombradas revistas de noticias de Hamburgo, periodistas estelares del semanario Weltwoche, docentes de filosofia, teólogos, tanto fieles al papa como sus criticos, además de escritores alemanes con aspiraciones permanentes al premio Nobel, creen que en la ducha de Majdanek fueron asesinados 360.000 judíos con bolitas de Zyklon B presionadas a través de las rosetas de las duchas, tras lo cual las bolitas se convertían en un abrir y cerrar de ojos en un gas que, siendo específicamente más liviano que el aire, descendia inmediatamente «reventando los pulmones» de los desdichados (Prof. Kogon). Creen que el Dr. Josef Mengele envió personalmente a 400.000 judíos al gas mientras silbaba melodias de Mozart. Creen que el ucraniano lván Demjanjuk arreó a golpes a 800.000 judíos, a quienes les había cortado las orejas previamente, a la cámara de gas de Treblinka, donde fueron asfixiados con los gases de combustión del motor diesel de un tanque soviético destartalado. Creen que en un metro cuadrado de la cámara de
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gas de Belzec cabfan 32 personas. Creen que los comandos especiales de Auschwitz irrumpían en una cámara saturada de gas cianhidrico, apenas media hora después del gaseo de 2.000 personas, sin máscaras antigás, pero eso sí, con cigarrillos encendidos sin sufrir daños. Creen que es posible perpetrar asesinatos en masa con un gas explosivo en la inmediata vecindad de un crematorio, sin que vuele por los aires el edificio en el cual sucede semejante acto, que es posible cremar a millones de cadáveres sin que quede siquiera una libra de cenizas, que al cremar los cadáveres chorrea la grasa y que las SS arrojaron a niños de pecho a esa grasa humana hirviente, que Rudolf Höss visitó ya en junio de 1941 el campo de Treblinka, fundado en julio de 1942, que Simon Wiesenthal sobrevivió a doce campos de exterminio sin haber sido aniquilado en ninguno de los doce, que es posible observar la agonía de 2.000 personas en una cámara de gas de 210 m2 por la mirilla de la puerta, no siendo obstruida la visión del observador por la persona parada delante de la mirilla. Creen que Hitler ordenó el exterminio total de los judíos a comienzos de 1942 y no cejan para nada en esta convicción, aunque lean que según Nahum Goldmann hubo después de la guerra 600.000 prisioneros judíos sobrevivientes de KZ. Creen en todas estas cosas con un fanatismo incondicional, religioso, y aquél que dudare se hace culpable del máximo pecado que aún queda en estos años noventa de nuestro siglo. ¡Al fin y al cabo, todo esto ha sido probado por testimonios fehacientes y las confesiones de perpetradores en procesos jurídico-estatales irrecusables!
Los libros sobre el holocausto llenan bibliotecas enteras, ejércitos de escribidores y productores de películas escabrosas engordan con y por el holocausto, Claude Lanzmann se hizo famoso con su pelíicula en la cual relata cómo 17 peluqueros le cortaban el pelo a 70 mujeres desnudas en una cámara de gas de cuatro metros de longitud por cuatro de ancho, «historiadores» como Poliakov, Hilberg, Langbein, Jäckel, Friedländer, Scheffler y Benz le deben sus laureles académicos a las cámaras de gas, y en unas cuantas escuelas de los EE.UU., las «Holocaust Studies» son materia obligatoria de igual importancia que la íisica o la geometrfa.
Una vez que la locura haya pasado y la humanidad haya despertado de su pesadilla, sentiremos una inmensa e ilimitada vergüenza por haber sido capaces de creer semejantes cosas.
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15 preguntas a los exterministas
El que cree en la realidad del holocausto y de las cámaras de gas debe estar en condiciones de responder a las siguientes 15 preguntas. Hágale estas preguntas a historiadores, periodistas y otras personas que se han ocupado de la suerte corrida por los judíos en el Tercer Reich y que defienden la imagen histórica oficial.
¡Exija respuestas claras a preguntas claras! ¡No se dé por satisfecho con palabras rimbombantes! No acepte vacuidades, como p. ej. «El holocausto es un hecho esstablecido» o «Quien pregunta así, vuelve a asesinar a los muertos». No acepte fotografías de prisioneros de KZ muertos de tífus exantemático. ¡No acepte confesiones de autores del delito durante procesos ilegales!
1) ¿Ud. cree, tal como lo confesó el comandante de Mauthausen, Franz Ziereis en su lecho de muerte, que en el castillo de Hartheim, cerca de Linz, un millón a un millón y medio de personas fueron gaseadas? Si Ud. lo cree, entonces ¿por qué ya nadie más cree en esto? Si Ud. no lo cree, ¿por qué cree entonces en un millón y medio de gaseados en Auschwitz? ¿Per qué debería la confesión de Höss -- comprobadamente arrancada por tortura -- ser más creible que la confesión -probablemente también arrancada bajo coacción de Ziereis, de la cual hace décadas ya nadie más habla?
2) ¿Ud. cree en las cámaras de gas de Dachau y Buchenwald? Si contesta sí, ¿por qué entonces hace hace tiempo que ningún historiador ya lo hace? Si contesta no, entonces ¿por qué cree Ud. en las cámaras de gas de Auschwitz y Treblinka? ¿Qué pruebas hay para estas cámaras de gas que no haya habido para las de Dachau y Buchenwald?
3) ¿Ud. cree -- como fue afirmado durante el proceso de Nuremberg en diciembre de 1945 -- que en Treblinka centenares de miles de judíos fueron asesinados con vapor? ¿Ud. cree en el molino humano del Dr. phil. Stefan Szende, en el cual se mató a millones de judíos con corriente eléctrica? ¿Ud. cree que, según escribe Simón Wiesenthal, en Belzec 900.000 judíos fueron transformados en un jabón de la marca RIF («Rein jüdisches Fett», o sea «pura grasa judía» NdT)? ¿Ud. cree en las fésas ardientes del señor Elie Wiesel
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y en los carros de ejecución con cal del señor Jan Karski? Si Ud. lo cree, ¿cómo es que ningún historiador medianamente serio comparta su opinión? Si no lo cree, por qué entonces cree Ud. en las cámaras de gas? ¿Por qué desecha una insensatez y acepta otra?
4) ¿Cómo se explica Ud. el hecho de que en cualquier proceso por asesinato a martillazos, se exige un peritaje sobre el arma utilizada para el delito, pero, por otra parte, en ninguno de los procesos relacionados con los KZ, en los cuales se trata de millones de asesinatos, se haya ordenado la elaboración de un peritaje tal?
5) ¿Dibuje una cámara de gas nazi en la cual se asesinó a judíos con Zyklon B y explique su funcionamiente!
6) Después de la ejecución de un condenado a muerte en una cámara de gas estadounidense, ésta, por de pronto, debe ser ventilada perfectamente, antes de que pueda ingresar un médico provisto de traje protector, máscara antigás y guantes. Según la confesión de Höss y según los relatos de testigos oculares, los comandos especiales de Auschwitz irrumpían en las cámaras saturadas de ácido cianhídrico apenas media hora después del asesinato con gas de 2.000 prisioneros, sin máscaras antigás, pero sí con cigarrillo en la boca, y se abalanzaban sobre los cadáveres contaminados con ácido cianhídrico, sin sufrir daño alguno. ¿Cómo fue posible esto?
7) ¿Cómo se las arreglaban los hombres de las SS de Auschwitz-Birkenau cuando, en junio de 1944, seis horas después del gaseo de 2.000 judíos, llegaban otros 2.000 candidatos a la muerte (como es sabido, en aquel entonces ise gaseaban hasta 12.000 y aun 24.000 judíos por día!) y en la cámara de gas aún yacían 1940 cadáveres (¡los 15 hornos del crematorio podían incineiar un máximo de 60 cadáveres en seis horas!)?
8) Sin tener en cuenta los modelos ultramodernos, los crematorios actuales tampoco pueden cremar más de 5 cadáveres por día y por incinerador, ya que se los debe dejar enfriar regularmente. Según el profesor Raul Hilberg y otros corifeos de la historiografía del holocausto, entre mayo y julio de 1944, en el transcurso de 52 días, 400.000 judíos húngaros fueron gaseados y cremados en Birkenau. De haber tenido los crematorios de Birkenau la misma capacidad que los de la actualidad, en el total de los 46 incineradores se podrían haber cremado 11.960 cadáveres en 52 dias. ¿Dónde fueron
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cremados los 388.040 cadáveres restantes? (Por favor, no se vengan con el cuento de la cremación en fosas; ésta es imposible por la falta de oxígeno).
9) ¿Por qué los nazis, para corneter los 1,4 millones de asesinatos de Belzec y Treblinka, no utilizaron uno de sus muchos y potentisimos gases tóxicos en vez de usar los gases de combustión de motores diesel, el arma asesina más ineficiente e imposible que se pueda imaginar?
10) Ni un solo historiador dice que en los dos «genuinos campos de exterminio» recién mencionados, como tampoco en Sobibor y Chelmno hayan existido crematorios. ¿Cómo hicieron los nazis para eliminar los cadáveres de los 1,9 millones de asesinados en estos cuatro campos, sin que que de el más mínimo rastro?
11) No necesitamos ningún testimonio ni ninguna confésión de autor del delito para saber que los norteamericanos en 1945 arrojaron bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. ¿Cómo se explica entonces que para el genocidio millonario en cámaras de gas no haya otras pruebas que las declaraciones de testigos y confésiones de perpetradores -- ni un solo documento, ningún cadáver, ninguna arma utilizada para el delito, lisa y llanamente: nada?
12) Nombre a un solo judío gaseado, y presente Ud. al mismo tiempo la prueba de ello, una prueba que en un juicio por asesinato, normal y apolitico, sería aceptada por una corte que sentencie segun las máximas de un estado de derecho. No es necesario dar 3,5 millones de nombres, basta con uno. ¡Uno solo! ¡Nada más que uno!
13) Según el censo llevado a cabo a comienzos de 1939, en la Unión Soviética vivían algo más de 3 millones de judíos. Durante la Segunda Guerra Mundial el país perdió (por lo menos) el 12 % de su población y las bajas judías porcentuales dificilmente podían ser inferiores. El 1º de julio de 1990, el New York Post estipuló, basándose en expertos israelíes, que en ese momento, es decir mucho después del comienzo del éxodo masivo, seguían viviendo más de 5 millones de judíos en la Unión Soviética. Dadas las muy bajas tasas de natalidad y las fuertes tendencias asimilatorias, un crecimiento natural de esa minoria no es posible. Entonces, antes del comienzo de la corriente emigratoria debían de haber existido en ese país,
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estadísticamente hablando, tres millones de judíos «de más». ¿Es posible explicar este estado de cosas de otra manera que por el hecho de que una gran parte de la población judía de Polonia, como así también muchos judíos de otros países, fueron absorbidos por la Unión Soviética?
14) Según Nahum Goldmann (en Das jüdische Paradox [«La paradoja judía»]), después de la guerra había 600.000 judíos sobrevivientes de los campos de concentración. ¿Cómo es posible que 600.000 judíos hayan podido sobrevivir los campos de concentración alemanes, si los nazis ya habían acordado en enero de 1942, durante la conferencia de Wannsee, el aniquilamiento total de los judíos?
15) ¿Está Ud. dispuesto a pedir la suspensión de las medidas legales dirigidas contra los revisionistas?¿Está Ud. a favor del diálogo y de la apertura integral de los archivos? ¿Estaria Ud. dispuesto a debatir públicamente con un revisionista? Si no, ¿por qué no? ¿No está Ud. convencido de que dispone de los mejores argumentos?
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Historische Tatsachen, Verlag für Volkstum und Zeitgeschichtsforschung, D-4973 Vlotho/Weser, Postfach 1643 (abreviado HT).
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Revue d'Histoire Révisionniste, B. P. 122-92704, Colombes Cedex, Francia. (abreviado RHR). Debido a la represión en Francia, esta destacada revista tuvo que suspender su publicación después de la sexta edición.
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APÉNDICE
1. Apostilla al tenia «crematorios»
Nuestra referencia a que la mayoría de los crematorios que funcionan en la actualidad no pueden cremar más que 5 cadáveres diarios por incinerador, está basada en informaciones sobre los crematorios de Clermont-Ferrand (Francia) y Calgary (Canadá). Teníamos que haber indicado que p. ej. la mayoría de los crematorios alemanes y suizos pueden trabajar las 24 horas, cremando de 18 a 20 cadáveres diarlos por incinerador. Para los crematorios de Birkenau que funcionaban a base de coque, por supuesto valian otros parámetros. Ivan Lagacé, director del crematorio de Calgary, luego de haber examinado los planos de construccion, calculá su capacidad de cremación en a lo sumo cuatro cadáveres diarios por incinerador. Debian ser enfriados regularmente, ya que de otro modo se hubiesen presentado daños importantes. Por lo tanto, nuestros datos referentes a la capacidad de cremación de Birkenau (p. 48, p. 115) más bien son altos en vez de demasiado bajos, no obstante lo cual las indicaciones respecto de «crematorios ultramodernos» resultan imprecisas.
El concepto «historiador»
Cuando atacamos a los «historiadores», por supuesto no nos referimos globalmente a los investigadores de la historia, ni mucho menos a los especialistas de la antigüedad o de la Edad media, sino únicamente a aquellos historiógrafos que se especializaron en la Segunda Guerra Mundial. Ellos apuntalan la mentira en forma directa o -- a través de su silencio -- en forma indirecta.
Título del original alemán: Der Holocaust auf dem Prüfstand -- Augenzeugenberichte versus Naturgesetze, Diciembre de 1992, Guideon Burg Verlag, Postfach 52, CH-4009 Basilea, Suiza.
ISBN 3-9520382. Traducción al castellano por TE.A.M. Traducción revisada y corregida por S.K.H.
Editorial Revisión, 1997. Casilla de Correo 1541, CP (1000) Correo Central, Buenos Aires, Argentina. Hecho el depósito que establece la ley 11.723. Libro de Edición argentina. Publicado en Junio de 1997. ISBN 950-99234-2-3.
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