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Los Mitos Fundacionales

del Estato de Israel


Por Roger Garaudy


Parte 1 I Parte 2 I Parte 3 I Parte 4 I Parte 5 I Parte 6 I Parte 7 I Parte 8

 

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condiciones que serían neces arias pa ra el establecimiento de cámaras de gas homicidas. Cualquiera que trabajara allí hubiera puesto en peligro su propia vida y la de quienes se encontraran a su alrededor (224). No había ningún medio de ventilación ni de distribución del aire, ningún medio de verificar el material exigido para el Zyklon B (225).

Después de haber pasado revista a todo el material documentado e inspeccionado todos los emplazamientos de Auschwitz, Birkenau y Majdanek, el autor encuentra que las pruebas son concluyentes: en ninguno de estos lugares hubo cámaras de gas para ejecuciones (226).

En el juicio de Toronto el abogado Christie demostró cómo los testimonios estaban en contradicción con la realidad de las posibilidades químicas y técnicas. He aquí tres ejemplos:

A) Rudolf Höss, en Commandant d'Auschwitz página 198, escribe:

La puerta se abría una media hora después de la aducción del gas una vez que la ventilación se había renovado. El trabajo de la retirada de los cadáveres comenzaba pronto.

Se realizaba esta tarea con indiferencia como si formara parte de un trabajo cotidiano. Cuando enterraban los cadáveres estaban comiendo o fumando.

¿No llevaban ni siquiera máscaras?, pregunta el abogado Christie (227).

No es posible manipular cadáveres que acaban de estar en contacto con el Zyklon B en la media hora siguiente y mucho menos comer, beber o fumar Son necesarias al menos 10 horas de ventilación para que no exista peligro.

B) El abogado Christie aportó el documento PS 1553 de Nuremberg, con su anexo de varias facturas. Hilberg debió admitir que la cantidad de Zyklon B que se envió a Oranienbourg fue la misma que a Auschwitz, y en el mismo día.

Ahora bien Hilberg indicó que Oranienbourg era un campo de concentración y un centro administrativo donde nadie, según su conocimiento, fue gaseado.

Las pruebas y la peritación de Leuchter evidenciaron incluso que los restos de ácido cianhídrico del Zyklon B son mucho más importantes en las salas donde se sabe con seguridad que estaban destinadas a la desinfección, que en las presuntas cámaras de gas.

Se han podido detectar indices más elevados de cianuro en las muestras tomadas en las primeras cámaras de gas (en razón de una mayor cantidad de gas utilizado, según las fuentes en estos lugares) que en la muestra de control. Como lo contrario es lo que es cierto, nos lleva a concluir () que estas instalaciones no eran cámaras de gas para ejecuciones (228).

Esta conclusión está parcialmente confirmada por la peritación contradictoria de Cracovia realizada por el Instituto de peritos médico-forenses de Cracovia del 20 de febrero al 18 de julio de 1990, cuyos resultados fueron comunicados al Museo mediante escrito del 24 de septiembre de 1990 (229).

Es cierto, sin embargo, que se enseña a los turistas, si no el funcionamiento, si

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al menos la reconstrucción más o menos bien maquetada de las cámaras de gas, incluso allí donde existe la certidumbre de que nunca funcionaron como en Dachau

C) Leuchter examinó los lugares que según los mapas oficiales de Birkenau, habían sido utilizados como fosas crematorias por los nazis para deshacerse de los cadáveres. La mayor parte de los textos de la literatura del holocausto las describen como fosas de alrededor de seis pies de profundidad Lo más destacable a este respecto es que el nivel de agua estaba a un pie o a un pie y medio de la superficie. Leuchter ha subrayado que era imposible quemar cuerpos bajo el agua. No existe ninguna razón para pensar que las cosas habían cambiado después de la guerra pues la literatura del holocausto describe a Auschwitz y a Birkenau como construidas sobre un pantano (230).

Por lo que respecta a los crematorios al aire libre, en las fosas de cremación: Birkenau fue construido sobre una zona pantanosa. Todos estos emplazamientos tenían el agua alrededor de 60 centímetros de la superficie. La opinión del autor de este informe es que no hubo jamás fosas de cremación en Birkenau (231).

Un documento precioso para el estudio objetivo a partir de documentos incuestionables del complejo de Auschwitz-Birkenau, y en concreto para esas famosas incineraciones al aire libre en las que la humareda obscurecía todo el cielo después de tan numerosos testimonios, habría sido la serie de fotografías aéreas de Auschwitz y de Birkenau tomadas por la aviación americana y publicadas por los americanos Dino A. Brugioni y Robert C. Poirier (232).

A pesar del comentario, que pretende ser ortodoxo, de los analistas de la C. I. A. no se ha encontrado en estas fotografías nada que corresponda a este infierno de fuego, se nos ha llegado a decir que se quemarón hasta 25.000 cadáveres diarios, entre mayo y agosto de 1944, en razón sobre todo de la deportación de judíos húngaros. Las fotos aéreas (el 26 de junio y el 25 de agosto de 1944) no revelan la menor señal de humo. Ni tampoco concentración de masas, o de alguna actividad en especial.

L'Album d'Auschwitz, que reúne 189 fotografías tomadas en el propio campo de Birkenau durante ese mismo período, publicado con una introducción de Serge Klarsfeld y un comentario de J.C. Pressac, muestra 189 escenas de la vida concentracionaria durante la llegada de un convoy de deportados procedentes de Hungría. Allí tampoco hay nada, absolutamente nada, que confirme un exterminio masivo y sistemático.

Por el contrario, de muchas fotografías, que permiten tener una visión de conjunto del lugar, no solamente no muestran nada que confirme el exterminio, sino que excluyen además que un exterminio semejante hubiese podido tener lugar en el mismo instante en algún lugar secreto del campo. El comentarista J.C. Pressac, por las extrapolaciones manifiestas a las que se entrega, deja por el contrario visible y palpable el mecanismo de la fabricación (233).

Pero es el canadiense John C. Ball, especialista en interpretación de fotos

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aéreas, quien parece haber reunido la mayoría de los documentos fotográficos originales y llevado con profesionalidad un análisis riguroso. Sus conclusiones están en total contradicción con la historia oficial (234).

Un conjunto de preguntas técnicas fueron formuladas durante el juicio de Ernst Zurdel en Toronto, donde las dos partes se pudieron expresar libre y exhaustivamente. El acta de este juicio es por tanto una fuente excepcional para todo historiador honesto puesto que permite tener conocimiento de las tesis con la presencia de todos los elementos de la controversia. Las declaraciones de unos y otros son también preciosas y significativas dado que cada cual hablaba bajo el control de la réplica inmediata de la otra parte.

Un detalle que tiene una importancia decisiva: el 5 y el 6 de abril de 1988, el Director del Crematorio de Calgary (Canadá), Yvan Lagacé, cuyos crematorios son de un tipo y de una concepción análoga a los de Birkenau, por consiguiente construidos en 1943, pudo exponer el conjunto de características técnicas y de necesidades de mantenimiento de este tipo de recipientes de incineración. Habló de la necesidad de pausas de enfriamiento entre las cremaciones, mientras se introducen los cuerpos, debido a la falta de los revestimientos ignífugos de los hornos.

Se pidió a Lagacé que diera su punto de vista sobre el hecho de que Raul Hilberg, en su libro, La Destruction des juifs d'Europe (235) evalúa el rendimiento de 46 hornos en los cuatro crematorios de Birkenau.

Hilberg pretende:

El rendimiento teórico diario de los 4 hornos de Birkenau era de más de 4.400, pero con las paradas y las disminuciones de velocidad, en la práctica el límite era inferior.

Legacé declaró que esta afirmación era absurda e irreal. Pretender que 46 hornos pudieran quemar más de 4.400 cuerpos en un día es grotesco. Basándose en su propia experiencia, Lagacé afirmó que sólo hubiera sido posible incinerar a 184 cuerpos diarios en Birkenau (236).

No puede ser que un libro como el de Pressac: Les Crématoires d'Auschwitz. La machinerie du meurtre de masse (París, 1993), no dedique nada más que un capítulo de 20 páginas (de las 147) a las cámaras de gas y que no cite ni siquiera el Informe Leuchter al que dedicó, en 1990 (financiado por la Fundación Klarsfeld), una refutación de los análisis de Leuchter.

Mientras no se lleve a cabo, entre especialistas de igual competencia, un debate científico y público sobre el informe del ingeniero Fred Leuchter, y sobre la pericial contradictoria de Cracovia, efectuada en 1990 a petición de las autoridades del Museo de Auschwitz, y mientras el conjunto de los documentos de los debates sobre las cámaras de gas no sean objeto de una discusión libre, continuarán las dudas e incluso el escepticismo.

Hasta ahora, los únicos argumentos esgrimidos contra los contestarios de la historia oficial han sido la negativa a discutir, el atentado, la censura y la represión.

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3. El mito de los seis millones (El Holocausto)

Genocidio: destrucción metódica de un grupo étnico
por exterminio de sus individuos.
(Diccionario Larousse)

A semejanza de la promesa divina contenida en la Biblia,
el Genocidio es un elemento de justificación ideológica
para la creación del Estado de Israel.
(Tom Segev, Le Septième Million, Ed. Liana Levi, 1993. p. 588)

Tres términos se emplean frecuentemente para definir el trato que fue infligido a los judíos, por el nazismo: Genocidio, Holocausto, Shoah.

El término Genocidio, en un sentido preciso, por su propia etimología, significa exterminio de una raza. ¿Hubo, durante la guerra, un genocidio de judíos? El término genocidio, en todos los diccionarios, tiene un sentido concreto. La definición del Larousse por ejemplo (citada más arriba) no puede aplicarse al pie de la letra más que en el caso de la conquista de Canaán por Josué, donde se nos ha dicho que en cada ciudad conquistada: no quedó ningún superviviente (237).

La palabra fue empleada en Nuremberg de forma completamente errónea puesto que no se trataba del aniquilamiento de todo un pueblo, como fue el caso de los exterminios sagrados de los Amalecitas, de los Cananeos y de otros pueblos cuando el libro de Josué dice por ejemplo que en Eglón y en Hebrón: no quedó ningún superviviente (238) o en Hagor: se pasaron a todos los seres humanos a cuchillo no dejaron vivo a ningún ser animado (239).

Por el contrario el judaísmo (su definición como raza pertenece al vocabulario hitleriano) ha conocido una expansión considerable en el mundo desde 1945.

Sin duda alguna los judíos fueron uno de los blancos preferidos de Hitler en razón de su teoría racista de la superioridad de la raza aria, y por la asimilación sistemática que hizo entre los judíos y el comunismo que era su principal enemigo (de ello dan testimonio las ejecuciones de millares de comunistas alemanes, y luego durante la guerra, su encarnizamiento contra los prisioneros eslavos). Creó el término judeo-bolchevique para definirlos a todos juntos.

Desde la creación de su partido nacionalsocialista resolvió en primer lugar extirpar el comunismo y expulsar a todos los judíos de Alemania y después de toda Europa cuando llegara a ser su amo. Y esto de la forma más inhumana: primero por la emigración, después por la expulsión, y, durante la Guerra, por el encarcelamiento en campos de concentración en la propia Alemania al principio. Después seguiría con la deportación, inicialmente a Madagascar, donde se constituiría un vasto ghetto de judíos europeos, y después hacia el Este a los territorios ocupados, sobre todo a Polonia, donde los eslavos, judíos y gitanos fueron diezmados, en primer lugar por los trabajos forzados al servicio de la producción de guerra, y después por las terribles epidemias de tifus de cuya

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magnitud dan testimonio la multiplicidad de hornos crematorios.

¿Cuál fue el balance atroz del ensañamiento hitleriano contra sus víctimas políticas o racistas?

La Segunda Guerra Mundial causó 50 millones de muertos de los que 17 millones eran soviéticos y 9 millones alemanes. Polonia, los demás países ocupados de Europa, y los millones de soldados de Africa o de Asia movilizados para esta Guerra que, como la Primera, había nacido por rivalidades occidentales, pagaron un pesado tributo de muertos.

La dominación hitleriana fue algo distinto de un vasto progrom en el que los judíos fueron, si no los únicos, al menos las principales víctimas, como una cierta propaganda quiera hacernos creer. Fue una catástrofe humana que, desgraciadamente, no tiene precedentes pues Hitler aplicó a los blancos lo que los colonialistas europeos, desde hacía cinco siglos, aplicaban a los hombres de color (20 millones de africanos fueron deportados a las Américas porque los negreros obtenían un esclavo por cada 10 muertos en la lucha por la captura. Esta trata costó a Africa de 100 a 200 millones de muertos), o lo que se hizo a los Indios de América, de los que 60 millones sobre 80 fueron aniquilados (también por trabajos forzados y por epidemias más que por las armas).

El mito era ventajoso para todos: hablar del mayor genocidio de la historia era para los colonialistas occidentales intentar olvidar sus propios crímenes, la diezma de los Indios de América y la trata de esclavos africanos, para Stalin, borrar sus represiones salvajes.

Para los dirigentes anglo-americanos era diluir la matanza de Dresde del 13 de febrero de 1945, que hizo perecer en las llamas causadas por las bombas de fósforo, en pocas horas, a 200.000 civiles y sin justificación militar, puesto que el ejército alemán se batía en retirada en todo el Frente del Este ante la ofensiva terrorífica de los soviéticos que en enero se encontraban ya en el Oder.

Más aún para los Estados Unidos, que lanzaron sobre Hiroshima y Nagasaki bombas atómicas causando más de 200.000 muertos y cerca de 150.000 heridos condenados a un problema mayor o menor de larga duración (240).

Los objetivos no eran militares sino políticos. Churchill escribía, en 1948, en su libro La Deuxième Guerre mondiale: sería falso suponer que la suerte de Japón se decidió por la bomba atómica (241).

El almirante americano William A. Leahy en su libro I was there (Yo estuve allí) confirma: En mi opinión el empleo de esta brutal arma en Hiroshima y Nagasaki no fue de gran ayuda en la guerra contra Japón.

En efecto, el Emperador de Japón Hirohito ya había iniciado la negociación para la rendición de su país, desde el 21 de mayo de 1945 a través de la Unión Soviética (que aún no se encontraba en guerra contra Japón), por mediación de su Ministro de Asuntos Exteriores y el Embajador soviético Malik. El Príncipe Konoye fue invitado a desplazarse a Moscú para negociar directamente con Molotov (242).

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En Washington se conocían perfectamente las intenciones japonesas: Malik informaba de la correspondencia entre el Ministro de Asuntos Exteriores y su corresponsal en Moscú (243).

El objetivo perseguido no era por tanto militar sino político, como lo reconoce el Ministro americano del Aire, Finletter, al explicar que el empleo de las bombas atómicas tenía por finalidad poner a Japón Knock-out antes de la entrada de Rusia en guerra (244).

El almirante americano Leahy concluye (op. cit.): Al emplear las primeras bombas atómicas, nos pusimos al nivel moral de los bárbaros de la Edad Media esta arma nueva y terrorífica, que se utilizó en una guerra no civilizada, es una barbarie moderna, indigna de cristianos.

De esta forma todos estos dirigentes, a los que un verdadero Tribunal Internacional formado por países neutrales hubiera colocado en el banquillo de los criminales de guerra junto a Goering y su banda, descubrieron en las cámaras de gas, los genocidios y los holocaustos, una coartada inesperada para justificar, sino para borrar, sus propios crímenes contra la humanidad.

El historiador americano W. F. Albright, que fue Director de la American School of Oriental Research escribió en su mayor libro de síntesis De l'âge de pierre à la chrétienté. Le monothéisme et son évolution (245), tras justificar los exterminios sagrados de Josué en su invasión de Canaán, escribe: Nosotros, americanos no tenemos quizá derecho a juzgar a los Israelitas puesto que hemos exterminado a millares de indios en todos los rincones de nuestro gran país y hemos reunido a los que quedaron en grandes campos de concentración (246).

El término holocausto, aplicado al mismo drama desde los años setenta a partir del libro de Elie Wiesel: La Nuit (1958) y popularizado por el título de la película Holocausto, señala aún mejor la voluntad de hacer del crimen cometido contra los judíos un acontecimiento excepcional sin comparación posible con las matanzas de otras víctimas del nazismo, ni incluso con ningún otro crimen de la Historia, pues sus sufrimientos y sus muertes tenían de esta forma un carácter sagrado. El Larousse Universel (247) define así el holocausto: sacrificio utilizado por los judíos, y en el cual la víctima era completamente consumida por el fuego.

El martirio de los judíos se convirtió así en algo no comparable a cualquier otro sacrificio y lo más cercano a la Crucifixión de Jesús en la teología cristiana, inaugurando así una nueva época. Lo que permitió decir a un rabino: La creación del Estado de Israel fue la respuesta de Dios al Holocausto.

Para justificar el carácter sacral del Holocausto era necesario que hubiera habido un exterminio total, era necesario para ello que se contemplara una solución final del problema judío que fue el exterminio.

Ahora bien no se ha encontrado ningun texto que atestigue que la solución final del problema judío era, para los nazis, el exterminio.

El antisemitismo de Hitler esta vinculado, desde sus primeros discursos a la

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lucha contra el bolchevismo (emplea constantemente la expresión judeo-bolchevismo); los primeros campos de concentración que mandó construir estuvieron destinados a los comunistas alemanes y en ellos perecieron algunos miles, incluido su jefe Thaelman.

En cuanto a los judíos fueron imputados por él con las acusaciones más contradictorias: primeramente, eran decía los actores más activos de la revolución bolchevique (Trotski, Zinoviev, Kamenev, etc.); simultáneamente eran, según él, los capitalistas más explotadores del pueblo alemán.

Así pues era importante, después de haber liquidado al movimiento comunista, y preparado la expansión de Alemania hacia el Este, a la manera de los caballeros teutónicos, aplastar a la Unión Soviética, lo que fue, desde el principio hasta el final de su carrera, su preocupación central, obsesiva, y que se manifestó durante el período de su poder, en la ferocidad con los prisioneros eslavos (polacos y rusos). Creó también, durante la guerra contra la URSS, los Einsatzgruppen, es decir unidades encargadas de luchar especialmente contra la guerra de los partisanos soviéticos y eliminar a sus comisarios políticos, incluso cuando habían sido hechos prisioneros. Entre estos muchos judíos, heroicos, como sus camaradas eslavos, fueron masacrados.

Lo que demuestra las limitaciones de la propaganda sobre el antisemitismo soviético. No se puede pretender a la vez que los soviéticos separaran a los judíos de puestos importantes y afirmar al mismo tiempo que los judíos constituían la mayor parte de los comisarios políticos de los partisanos a quienes los Einsatzgruppen tenían la misión de abatir. Es difícil imaginarse una realidad semejante: que la dirección de los partisanos tras las líneas enemigas (donde la deserción y la colaboración eran lo más fácil) fuera confiada a los judíos si hubiera existido alguna desconfianza.

Cuando Hitler fuera el amo del continente, quería llevar a cabo una de las ideas más monstruosas de los nazis respecto a los judíos, vaciar Alemania y después Europa de ellos (judenrein).

Hitler procedió por etapas:

* la primera fue organizar su emigración en condiciones que le permitieran expoliar a los más ricos (ya vimos como los dirigentes sionistas de la Haavara colaboraron con eficacia en esta empresa, prometiendo, a cambio, romper el boycot de la Alemania hitleriana y no participar en el movimiento antifascista).

* la segunda etapa fue la expulsión pura y simple, cumpliendo el propósito de enviarles a todos a un ghetto mundial. Concretamente y tras la capitulación de Francia, a la isla de Madagascar, que pasaría a estar bajo control alemán, después que Francia indemnizara a los antiguos residentes franceses. El proyecto fue abandonado, no tanto por el hecho de las reticencias francesas, como en razón de la importancia del tonelaje de barcos necesario para llevar a cabo la operación que, en tiempo de guerra, Alemania no podía dedicar a esta tarea.

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* la ocupación hitleriana del Este de Europa, y en especial Polonia, hizo posible lograr la solución final: vaciar Europa de judíos deportándoles en masa a estos campos exteriores. Fue aquí donde sufrieron los peores padecimientos, no sólo como todas las poblaciones civiles en tiempos de guerra, los bombardeos aéreos, el hambre y las privaciones de toda clase, las marchas forzadas, mortales para los más débiles, al evacuar los centros, sino también los trabajos forzados en las condiciones más inhumanas para contribuir al esfuerzo de guerra alemán. Auschwitz-Birkenau era, por ejemplo, el centro más activo de las industrias químicas de la I. G. Farben. Finalmente las epidemias, y en concreto el tifus, hicieron espantosos estragos en una población subalimentada y reducida al agotamiento.

¿Es necesario acudir a otros métodos para explicar la terrible mortalidad que sacudió a las víctimas de tales tratos, y a exagerar desmesuradamente las cifras, con el riesgo de verse posteriormente forazados a revisarlos a la baja? con ejemplos tan embarazosos como los citados en páginas anteriores o la del velódromo de Invierno de París que indicaba que el número de judíos que allí fueron encerrados era de 8.160 y no de 30.000 como indicaba la placa inicial, que ha sido ya retirada (248).

No se trata de establecer una contabilidad macabra.

El asesinato de un solo inocente, sea judío o no lo sea, constituye ya un crimen contra la humanidad. Pero si el número de víctimas no tiene, a este respecto, ninguna importancia, ¿por qué aumentarla, desde hace más de medio siglo hasta la cifra fatídica de los 6 millones? Por el contrario no tiene el mismo trato de intocable el número de víctimas no judías de Katyn, de Dresde o de Hiroshima y de Nagasaki, para las que nunca ha existido un número aúreo, contrariamente a lo sucedido con la cifra de los 6 millones que ha sido sacralizada, aunque haya sido preciso constantemente revisar a la baja este número de víctimas de una sola categoría, cuyos injustos padecimientos no se cuestionan.

Unicamente tomando como referencia el campo de Auschwitz-Birkenau:

8 millones según los Documents pour servir l'histoire de la guerre. Camps de concentration (249).

4 millones después del informe soviético al que el Tribunal de Nuremberg otorgó valor de prueba auténtica en virtud del artículo 21 de sus Estatutos que estipulaban que: los documentos e informes oficiales de las comisiones de investigación de los Gobiernos aliados tienen el valor de pruebas auténticas. Este mismo artículo 21 proclama: Este Tribunal no exigirá prueba alguna en hechos de notoriedad pública. Se les tendrá por acaecidos.

2 millones según el historiador León Poliakov en su Bréviaire de la haine, Calmann Lévy, 1974, p. 498.

1.250.000 , según el historiador Raul Hilberg en La Destruction des juifs d'Europe (250).

Ahora bien he aquí que en el transcurso de las profundas investigaciones

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históricas, hechas por sabios de todas las procedencias bajo la presión de los críticos revisionistas, el Director de Instituto de historia del tiempo presente en el CNRS, el Sr. François Bédarida, resume sus trabajos en un artículo aparecido en LeMonde y titulado: La evaluación de las víctimas de Auschwitz:

La memoria colectiva ha tomado la cifra de cuatro millones -la misma que figura en el informe soviético; la que hasta ahora figuraba en Auschwitz en el monumento erigido a la memoria de las víctimas del nazismo sin embargo en Jerusalén en el museo de Yad Vashem se indica un total muy por encima de la realidad.

Por consiguiente, desde el final de la Guerra, la memoria sabia se puso a trabajar. De estas investigaciones pacientes y minuciosas, resulta que la cifra de los cuatro millones no se basa en ninguna base seria, ni puede ser mantenida.

El Tribunal, en resumidas cuentas, se apoyó en una afirmación de Eichmann, que sostenía que la política de exterminio había causado la muerte a seis millones de judíos, de los que cuatro millones lo fueron en los campos de concentración. Si ahora tenemos en cuenta trabajos más recientes de investigación y estadísticas más fiables como es el caso de la obra de Raul Hilberg, La Destruction des juifs d'Europe (251), se llega a la conclusión de que la cifra aproximada es de un millón de muertos en Auschwitz. Un total corroborado por el conjunto de especialistas, que hoy se han puesto ya de acuerdo en que el número de victimas oscila entre las 950.000 como mínimo y 1.200.000 como máximo (252).

No se puede continuar, tras haber reducido oficialmente el número de víctimas de Auschwitz-Birkenau, de 4 millones a 1, seguir repitiendo la cifra global: 6 millones (253) de judíos exterminados, según esta extraña aritmética: 6 3 = 6.

Esta importante rebaja afecta sólo al campo de Auschwitz. Una demostración del mismo género se podría efectuar para los demás campos.

Por ejemplo, ¿Cuántos muertos hubo en Majdanek?:

1.500.000 según Lucy Dawidowicz (254).

300.000 según Lea Rosch y Eberhard Jaeckel (255).

50.000 según Raul Hilberg (256).

Modificando los datos se sirve a la propaganda de los neo-nazis alemanes (o en Francia a un determinado partido de extrema derecha) que utilizan estos argumentos para decir cosas como éstas: Si habéis mentido sobre este problema del número de victimas ¿por qué no habíais de exagerar sobre los crímenes de Hitler?

No se combate la minimización criminal del horror nazi mediante mentiras piadosas, sino por la verdad que es la mejor acusadora de la barbarie.

Las mismas tergiversaciones inquietantes sobre los medios del asesinato de los judíos pueden engendrar igualmente la duda:

El New York Times del 3 de junio de 1942 habla de un edificio de ejecución donde se fusilaba a 1.000 judíos diarios.

El 7 de febrero de 1943, el mismo periódico habla de estaciones de envenenamiento de sangre en la Polonia ocupada.

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En diciembre de 1945, en su libro Der letze Jude aus Polen, Europa-Verlag, Zurich, Nueva York, p. 290 y siguientes, Stefan Szende hace entrar a los judíos en una inmensa piscina por la que pasaba corriente de alta tensión para ejecutarlos. Concluye: El problema de la ejecución de millones de hombres estaba resuelto.

El documento de Nuremberg del 14 de diciembre de 1945 (257) indica, en el atestado, que las víctimas eran escaldadas en cámaras de vapor hirviendo.

* Dos meses y medio más tarde (en febrero de 1946) el mismo Tribunal sustituye las cámaras de vapor de agua hirviendo por las cámaras de gas. En 1946 Simon Wiesenthal añade una variante a las cámaras de ejecución: tenían canalizaciones para recoger la grasa de los judíos asesinados para hacer con ella jabón. Cada pastilla de jabón llevaba la inscripción RJF (pura grasa judía). En 1958, en su libro La Nuit, no hace alusión alguna a las cámaras de gas, pero, en la traducción alemana (ediciones Ullstein)la palabra crematorio no fue traducida por krematorium, sino por cámara de gas.

Existieron otras versiones: como la de la muerte por la cal viva esparcida por los vagones, debida al polaco Jan Karski, autor del libro, Story of a secret State, Ed. The Riverside Press, Cambridge (258).

Pero las dos versiones más difundidas por la televisión, la prensa, los manuales escolares son la ejecución por el Zyklon B, y por otra parte, los camiones que mataban por una manipulación del gas que salía del tubo de escape de sus motores Diesel.

Lo menos que se puede decir en este caso para no dar pie a la propaganda de los admiradores de Hitler, es que es, al menos, sospechoso que no se haya ordenado ninguna prueba pericial, ni por el Tribunal de Nuremberg, ni por ningún otro Tribunal de los que hayan juzgado a los criminales de guerra, a fin de fijar definitivamente cuál fue el arma del crimen.

* * *

Otro ejemplo deplorable es el del campo de Dachau. La película que se proyectó durante el juicio de Nuremberg sobre las atrocidades nazis mostró una sola cámara de gas. Era la de Dachau. Fueron organizadas visitas turísticas y excursiones para los escolares en Dachau. Hoy un discreto letrero indica que nadie pudo ser gaseado allí debido a que la cámara de gas jamás fue terminada.

Al visitante o al peregrino se le indica que los gaseamientos tuvieron lugar en el Este, fuera del territorio que pertenecía a Alemania antes de la guerra.

Un comunicado de Martin Broszat, miembro del Instituto de Historia Contemporánea de Munich, publicado el 19 de agosto de 1960 en Die Zeit, reconocía en efecto: Ni en Dachau, ni en Bergen-Belsen, ni en Buchenwald los judíos u otros internos fueron gaseados (259) el aniquilamiento masivo de judíos por gas comenzó en 1941-42 sobretodo en el territorio polaco ocupado (pero en ninguna parte del Antiguo Reich): en Auschwitz-Birkenau, en Sobibor, en Treblinka, Chelmno y Belzec.

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Ahora bien hubo tantos testigos oculares de los gaseamientos en estos campos del Oeste como en los campos del Este.

Con ello no se dan más que argumentos a todos los que están deseando rehabilitar a Hitler y que se preguntan, por ejemplo, por qué se deben rechazar los relatos de los testigos oculares de los campos del Oeste y tenerse por ciertos los de los supervivientes de los campos del Este.

Es facilitarles argumentos para poner en duda la realidad indudable de las persecuciones, de los sufrimientos y de las muertes tanto de los judíos como de otros opositores al régimen nazi, como por ejemplo los comunistas alemanes que fueron las primeras víctimas, desde 1933, y para quienes fueron creados los primeros campos de concentración.

Además de los bombardeos que golpeaban indiscriminadamente a las poblaciones de los países en conflicto, los trabajos forzados, como el de los esclavos, las deportaciones constantes en condiciones inhumanas que dejaban a miles de cadáveres sobre las carreteras, la subalimentación más bárbara, las devastadoras epidemias de tifus, entre tanta tragedia ¿Es necesario, pues, para mantener a toda costa el carácter de excepcionalidad del Holocausto agitar los espectros de las cámaras de gas?

En 1980, por vez primera, el carácter excepcional de la matanza de los judíos fue puesto en tela de juicio por un célebre periodista, Boaz Evron:

Como si fuera la cosa más lógica, a cada huésped de honor se le lleva en una visita obligada a Yad Vashem () para hacerle comprender los sentimientos y la culpabilidad que de él se esperan.

Considerando que el mundo nos odia y nos persigue, nos creemos exentos de la necesidad de ser responsables de nuestros actos según su punto de vista. El aislamiento paranoico para informar al mundo de que sus leyes podían empujar a ciertos judíos a considerar a los no-judíos como sub-hombres, rivaliza de esta manera con el racismo de los nazis. Evron pone en guardia contra la tendencia a confundir la hostilidad de los árabes con el antisemitismo nazi : No se puede separar a la clase dirigente de un país de su propaganda política, pues ésta se presenta como una parte de su realidad. De esta forma, los gobiernos actúan en un mundo poblado de mitos y de monstruos que ellos mismos han creado (260).

Aunque existe en la creencia de millones de personas cuya buena fe es indiscutible, la confusión entre horno crematorio y cámara de gas, la existencia, en los campos de concentración hitlerianos de un número importante de hornos crematorios para intentar erradicar el contagio de las epidemias de tifus, no es un argumento suficiente. Existen hornos crematorios en todas las grandes ciudades, en París (en el cementerio del Père-Lachaise), en Londres y en todas las capitales importantes, y estas incineraciones no significan evidentemente una voluntad de exterminar a las poblaciones.

La puesta en escena del Museo de Dachau permitió engañar, no sólo a miles de

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niños a los que llevaron allí para enseñarles el dogma del holocausto, sino también a los adultos, como es el caso del Padre Morelli, dominico, que escribió en Terre de détresse (261): fijé mis ojos llenos de emoción sobre la siniestra ventanilla donde los verdugos nazis podían de forma similar ver retorcerse a los miserables gaseados.

No sólo fueron los antiguos deportados de Buchenwald o de Dachau los que se dejaron sugestionar por la leyenda tan cuidadosamente urdida. Un gran historiador francés, Michel de Boüard, Decano honorario de la Facultad de Caen, miembro del Instituto y antiguo deportado de Mauthausen, declaraba en 1986:

En la monografía sobre Mauthausen que realicé () en el 54, en dos ocasiones hablo de las cámaras de gas. El tiempo de reflexión transcurrido, me hacía repetir: ¿dónde he adquirido la convicción de que funcionaban cámaras de gas en Mauthausen? No fue durante mi estancia en el campo, puesto que ni yo ni nadie suponía que podía haberlas; es por tanto un bagaje que recibí después de la guerra, como algo admitido. Después señalé que en mi texto entonces basaba la mayor parte de mis afirmaciones en referencias no había nada relativo a las cámaras de gas (262).

Jean Gabriel Cohn-Bendit escribía: Luchemos pa ra que se destruyan las cámaras de gas que se enseñan a los turistas en los campos de concentración donde ahora se ha sabido que no las había en absoluto, bajo pena de que se nos vuelva a hacer creer más de lo que nosotros estamos seguros (263).

En la película que se proyectó en Nuremberg al Tribunal y a todos los acusados, la única cámara de gas que se presentó fue la de Dachau.

El 26 de agosto de 1960, el Sr. Broszat, en nombre del Instituto de Historia Contemporánea de Munich, de obediencia sionista, escribía en el Die Zeit (264): La cámara de gas de Dachau nunca fue terminada y jamás funcionó.

Desde el verano de 1973, un cartel, frente a las duchas, explica que: esta cámara de gas, camuflada como cuarto de duchas, no fue nunca puesta en servicio, añadiendo que los prisioneros condenados al gaseamiento fueron transportados al Este.

Pero la cámara de gas de Dachau fue la única que se presentó en fotografía a los acusados de Nuremberg, como uno de los lugares de exterminio masivo, y los acusados se lo creyeron, con excepción de Goering y de Streicher.

[90]

4. El mito de una Tierra sin Pueblo para un Pueblo sin Tierra

No existe el pueblo palestino Esto no es como si
nosotros hubiéramos venido a ponerles en la puerta de la calle
y apoderarnos de su país. Ellos no existen.
(Golda Meir. Declaración al Sunday Times el día 15 de junio de l969)

La ideología sionista descansa en un postulado muy sencillo: está escrito en el Génesis (XV, 18): En aquel día hizo Jehová un pacto con Abraham diciendo: a tu descendencia daré esta tierra desde el río de Egipto hasta el río grande, el río Eúfrates.

A raíz de aquí, sin preguntarse en qué consiste la Alianza, a quién fue hecha la Promesa, o si la Elección era incondicional, los dirigentes sionistas, incluso los que son agnósticos o ateos, proclaman: Palestina nos ha sido dada porDios.

Las estadísticas, incluso las del gobierno israelí, ponen de manifiesto que sólo el 15 % de los israelíes son religiosos. Lo que no es óbice para que el 90 % del total afirme que esta tierra les ha sido dada por un Dios en quien no creen

La inmensa mayoría de los israelíes actuales no participa ni en la práctica ni la fe religiosas, y los diferentes partidos religiosos que juegan un papel decisivo en el Estado de Israel no representan más que a una ínfima minoría de ciudadanos.

Esta aparente paradoja la explica Nathan Weinstock en su libro: Le Sionisme contre Israë:

Si el oscurantismo rabÍnico triunfa en Israel, es porque la mÍstica sionista no tiene de coherente más que la referencia a la religión mosaica. Suprimid los conceptos de Pueblo elegido o de Tierra prometida y el fundamento del sionismo se hunde. Es así como los partidos religiosos fundamentan paradójicamente su fuerza en la complicidad de los sionistas agnósticos. La coherencia interna de la estructura sionista de Israel ha impuesto a sus dirigentes el refuerzo de la autoridad del clero. Es el partido Social-demócrata Mapai bajo los auspicios de Ben Gurión, quien ha inscrito la asignatura de religión obligatoria en el programa de las escuelas y no los partidos confesionales (265).

Este país existe como realización de una proesa hecha por el propio Dios. Sería ridículo pedirle cuentas sobre su legitimidad. Tal es el axioma de base formulado por la Sra. Golda Meir (266).

Esta tierra nos fue prometida y nosotros tenemos el derecho sobre ella, repite Beghin (267).

Si un pueblo posee la Biblia, si se considera perteneciente a ese pueblo de la Biblia, debe poseer igualmente las tierras bíblicas, las de los Jueces y de los Patriarcas, de Jerusalén, de Hebrón, de Jericó y aún de otros lugares (268).

Muy significativamente, Ben Gurión evoca el precedente americano donde, en efecto, durante un siglo, la frontera permaneció cambiante hasta llegar al Pacífico, en donde se proclamó el cierre de la frontera en función de los éxitos de la caza de indios para echarles y apoderarse de sus tierras.

Ben Gurión dice muy claramente: No se trata de mantener el statu-quo. Tenemos

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que crear un Estado dinámico, orientado hacia la expansión.

La práctica política responde a esta singular teoría: apoderarse de la tierra y expulsar a los habitantes, como lo hizo Josué, el sucesor de Moisés.

Menahem Beghin, el más profundamente imbuido de la tradición bíblica, proclamaba:

Eretz Israel será devuelta al pueblo de Israel. Toda entera y para siempre (269).

Así de entrada, el Estado de Israel se coloca por encima de cualquier Derecho Internacional.

Impuesto a la O.N.U. el 11 de mayo de 1949 por la voluntad de los Estados Unidos, el Estado de Israel fue admitido, pero con tres condiciones:

1- No tocar el Estatuto de Jerusalén.

2- Permitir a los Arabes palestinos regresar con ellos

3- Respetar las fronteras fijadas por la resolución de la partición.

Al hablar de esta Resolución de las Naciones Unidas sobre la partición, adoptada antes de su admisión, Ben Gurión declara:

El Estado de Israel considera que la Resolución de las Naciones Unidas del 29 de noviembre de 1947, es nula y sin valor (270).

Haciéndose eco de la tesis citada anteriormente del americano Albright, sobre el paralelismo entre las expansiones americana y sionista, el general Moshé Dayan escribe:

Coged la Declaración de Independencia americana. No contiene ninguna mención a los limites territoriales. Nosotros tampoco estamos obligados a fijar los limites del Estado (271).

La política se corresponde muy rigurosamente a esta ley de la selva: la partición de Palestina que se deriva de la resolución de las Naciones Unidas no fue respetada jamás.

Ya, la resolución de la división de Palestina, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas (formada en aquel entonces por una aplastante mayoría de Estados Occidentales) el 29 de noviembre de 1947, marca el propósito de Occidente sobre su bastión avanzado: en esta fecha los judíos constituían el 32 % de la población y poseían el 5,6 % del suelo: ellos recibieron el 56 % del territorio, con las tierras más fértiles. Estas decisiones se obtuvieron bajo la presión ejercida por los Estados Unidos.

El Presidente Truman ejerció una presión sin precedente sobre el Departamento de Estado. El Subsecretario de Estado Sumner Welles escribió: Por orden directa de la Casa Blanca los funcionarios americanos debían emplear las presiones directas o indirectas para asegurar la mayoría necesaria en la votación final (272).

El Ministro de Defensa de entonces, James Forrestal, confirma: Los métodos utilizados para ejercer presión, y para obligar a las demás naciones en el seno de las Naciones Unidas, rozaban el escándalo (273).

El poder de los monopolios privados fue movilizado:

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Dex Pearson, en el Chicago-Daily del 9 de febrero de 1948, precisa algunas matizaciones, entre otras que: Harvey Firestone, propietario de las plantaciones de caucho en Liberia, actuó cerca del Gobierno liberiano

Desde 1948, incluso las decisiones parciales han sido violadas.

Los árabes protestan contra tamaña injusticia y la rechazan, los dirigentes israelíes se aprovechan para apoderarse de nuevos territorios, en concreto de Jaffa y San Juan de Acre, pero en 1949 los sionistas controlan el 80 % del país y 770.000 palestinos habían sido expulsados de sus tierras.

El método empleado fue el del terror.

El ejemplo más clamoroso fue el de Deir Yassin: el 9 de abril de 1948, por un método idéntico al de los nazis en Oradour, los 254 habitantes de este pueblo (hombres, mujeres, niños, ancianos) fueron masacrados por las tropas del Irgún, cuyo jefe era Menahem Beghin.

En su libro, La Révolte : histoire de l'Irgoun, Beghin escribe que no hubiera sido posible el Estado de Israel sin la Victoria de Deir Yassin (274).

La Hagana realizaba ataques victoriosos en otros frentes Llenos de pánico, los árabes huían gritando: Deir Yassin (275).

Se consideraba como ausente a todo palestino que había abandonado su domicilio con anterioridad al 1· de agosto de 1948.

Fue así como los 2/3 de las tierras propiedad de los árabes (70.000 ha. sobre 110.000) fueron confiscadas. Cuando en 1953 se promulgó la ley de la propiedad de bienes raíces, la indemnización se fijó sobre el valor que tenía la tierra en 1950 pero, entre tanto, la libra israelí había perdido cinco veces su valor.

Además, desde el inicio de la inmigración judía, y dentro del peor estilo colonialista, las tierras se compraban a los propietarios feudales (los effendi) no residentes; pero los campesinos pobres, los fellahs, eran expulsados de la tierra que cultivaban, merced a estos arreglos, hechos sin contar con ellos entre sus amos antiguos y los nuevos ocupantes. Privados de sus tierras, no tenían otro remedio que huir.

Las Naciones Unidas habían designado a un mediador, el conde Folke Bernadotte. En su primer informe el conde Bernadotte escribe: Sería ofender a los principios elementales impedir a estas víctimas inocentes del conflicto volver a sus hogares, mientras que los inmigrantes judíos afluyen a Palestina y, además, amenazan, de forma constante, reemplazar a los refugiados árabes enraizados en esta tierra desde hace siglos. Describe el pillaje sionista a gran escala y la destrucción de aldeas sin intervención militar aparente.

Este informe (276) fue entregado el 16 de septiembre de 1948. El 17 de septiembre de 1948 el conde Bernardotte y su asistente francés, el coronel Serot, eran asesinados en la parte de Jerusalén ocupada por los sionistas (277).

Este no era el primer crimen sionista contra cualquiera que denunciara su impostura.

Lord Moyne, Secretario de Estado británico en el Cairo, declara, el 9 de junio de 1942,

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en la Cámara de los Lores, que los judíos no eran los descendientes de los antiguos Hebreos y que no tenían la reivindicación legítima sobre Tierra Santa. Partidario de moderar la inmigración en Palestina fue acusado entonces de ser un enemigo implacable de la independencia hebrea (278).

El 6 de noviembre de 1944, Lord Moyne caía abatido en El Cairo por dos miembros del grupo Stern (de Itzac Shamir).

Algunos años más tarde, el 2 de julio de 1975, el Evening Star de Auckland revelaba que los cuerpos de los dos asesinos ejecutados habían sido canjeados por 20 prisioneros árabes, para enterrarles en el Monumento de los Héroes en Jerusalén. El Gobierno británico deploró que Israel honrase a los asesinos y les considerase como héroes.

El 22 de julio de 1946, el ala del hotel Rey David, de Jerusalén, donde se hallaba instalado el Estado Mayor militar del Gobierno británico, explotaba, causando la muerte de alrededor de 100 personas: ingleses, árabes y judíos. Fue obra del Irgún, de Menahem Beghin, quien reivindicó el atentado.

El Estado de Israel vino a sustituir a los antiguos colonialistas y con sus mismos métodos: por ejemplo, la ayuda agrícola que permitía el riego fue distribuida de una forma discriminatoria, de tal suerte que los ocupantes judíos fueron sistemáticamente favorecidos: entre 1948 y 1969, la superficie de tierras de regadío pasó, para el sector judío, de 20.000 a 164.000 ha. y para el sector árabe de 800 a 4.100 ha. El sistema colonial fue así perpetuado e incluso agravado. El Dr. Rosenfeld, en su libro: Les Travailleurs arabes migrants, publicado por la Universidad Hebraica de Jerusalén en 1970, reconocía que la agricultura árabe era más próspera en el tiempo del mandato británico de lo que lo es hoy.

La segregación se manifiesta también en la política de vivienda. El Presidente de la Liga Israelí de los Derechos Humanos, el Dr. Israel Hahak, profesor en la Universidad Hebraica de Jerusalén, en su libro Le Racisme de l'Etat d'Israël (279) nos enseña que existen en Israel ciudades enteras (Carmel, Nazareth, Illith, Hatzor, Arad, Mitzphen-Ramen, y otras) donde la ley prohibe residir formalmente a los no judíos.

En el aspecto cultural reina el mismo espíritu colonialista.

El Ministro de Educación nacional, en 1970, propuso a los Institutos dos versiones diferentes de la oración al Yizkar. Una declara que los campos de la muerte habían sido construidos por el Goblerno diabólico nazi y la nación alemana de asesinos. La segunda evoca más globalmente a la nación alemana de asesinos A mbas contienen un párrafo pidiendo a Dios vengar ante nuestros ojos la sangre de las víctimas (280).

Esta cultura del odio racial ha dado sus frutos:

Después de Kahana, algunos soldados, cada vez más numerosos, imbuidos de la historia del Genocidio, imaginaron toda clase de escenarios para exterminar a los árabes, recuerda el oficial Ehud Praver, responsable del cuerpo de profesores del ejército. Es muy preocupante que el genocidio pueda de esta forma legitimar un racismo judío.

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Debemos en lo sucesivo saber que no es sólo indispensable tratar de la cuestión del genocidio, sino también de la ascensión del fascismo, de explicar la naturaleza y los peligros que entraña para la democracia. Según Praver demasiados soldados creen que el genocidio puede justificar cualquier acción deshonrosa (281)

El problema fue expuesto muy claramente con anterioridad incluso a la existencia del Estado de Israel. El Director del Fonds National Juif, Yossef Weitz, escribe ya en 1940:

Debe quedar claro para nosotros que no hay lugar para dos pueblos en este país. Si los árabes lo abandonan, nos bastará () No existe otro medio que el de desplazarles a todos; es necesario no dejar una sola aldea, una sola tribu Es preciso explicar a Roosevelt, y a todos los Jefes de Estado amigos, que la tierra de Israel no es demasiado pequeña si todos los árabes se marchan, y si las fronteras se ensanchan un poco hacia el norte, a lo largo del Litani, y hacia el este sobre los altos del Golán (282).

En el gran rotativo israelí Yediot Aharonoth del 14 de julio de 1972, Yoram Ben Porath recordaba con fuerza el objetivo a alcanzar: Es el deber de los dirigentes israelíes explicar clara y valientemente a la opinión un cierto número de hechos, que el tiempo hace olvidar. El primero de ellos es el hecho de que no hay sionismo, colonización, Estado Judío, sin la expulsión de los árabes y la expropiación de sus tierras.

Nos encontramos, aquí y ahora, en la lógica más rigurosa del sistema sionista: ¿cómo crear una mayoría judía en un país poblado por una comunidad árabe palestina autóctona?

El sionismo político ha aportado la única solución que deriva de su programa colonialista: crear una colonia de población expulsando a los palestinos y sustituyéndolos por la inmigración judía.

Arrojar a los palestinos y apropiarse de sus tierras ha sido una empresa deliberada y sistemática.

En la época de la Declaración Balfour, en 1917, los sionistas no poseían más que el 2,5 % de las tierras y en el momento de la decisión de la partición de Palestina, el 6,5 %. En 1982 tenían el 93 %.

Los procedimientos utilizados para despojar al nativo de su tierra son los del colonialismo más implacable, con un tinte racista aún más marcado en el caso del sionismo.

La primera etapa tuvo los caracteres de un colonialismo clásico: se trataba de explotar la mano de obra local. Era el método del barón Eduardo de Rothschild. Igual que en Argelia, aquel explotaba, en sus viñedos, la mano de obra barata de los fellahs, éste había extendido simplemente su campo de actuación a Palestina, explotando en sus viñedos a otros árabes igual que a los argelinos.

Un cambio se produjo, alrededor de 1905, cuando llegó, procedente de Rusia, una nueva ola de inmigrantes tras la masacre de la Revolución de 1905. En lugar de continuar la lucha en su sitio, al lado de los demás revolucionarios rusos, los desertores de la Revolución vencida importaron a Palestina un extraño socialismo sionista.

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Crearon cooperativas artesanales y Kibbutzs campesinos eliminando a los fellahs palestinos para crear una economía que se apoyaba en una clase obrera y agrícola judía. Del colonialismo clásico (del tipo inglés o francés) se pasó, de esta manera, a una colonia de población, en la lógica del sionismo político, que abarcaba a ese flujo de inmigrantes en favor de los cuales y contra nadie (como dice el profesor Klein) deberían ser reservadas la tierra y los empleos. Se trataba de reemplazar al pueblo palestino por otro pueblo, y, naturalmente, apoderarse de su tierra.

El punto de partida de la gran operación fue la creación, en 1901, del Fondo Nacional Judío que presentaba este original carácter con relación a los otros colonialismos: la tierra adquirida no puede ser revendida, ni tampoco arrendada, a los no judíos.

Otras dos leyes conciernen al Kéren Kayémet (283) y al Kéren Hayesod (284). Estas dos leyes, escribe el profesor Klein, han posibilitado la transformación de estas sociedades, a quienes se querían atribuir un cierto número de privilegios. Sin enumerar estos privilegios, introduce, como una simple observación el hecho de que las tierras propiedad del Fondo Nacional Judío son declaradas Tierras de Israel, y una ley fundamental ha venido a proclamar la inalienabilidad de estas tierras. Es una de las cuatro leyes fundamentales (elementos de una futura Constitución que no existe todavía, 50 años después de la creación de Israel) adoptadas en 1960. Es molesto que el sabio jurista, con su habitual cuidado de la precisión, no realice ningún comentario sobre la inalienabilidad. No da ni siquiera la definición: una tierra salvada (redención de la tierra) por el Fondo Nacional Judío , es una tierra que se convierte en judía: y no podrá jamás ser vendida a un no-judío, ni arrendada a un no-judío, ni siquiera trabajada por un no-judío.

¿Se puede negar el carácter de discriminación racista de esta Ley fundamental?

La política agraria de los dirigentes israelíes es la de un espolio metódico a los campesinos árabes. La Ordenanza de bienes raíces de 1943 sobre la expropiación por razones de interés público es una herencia del período del mandato británico. Esta Ley ha desviado su sentido al aplicarse de forma discriminatoria, por ejemplo cuando en 1962 expropiaron 500 ha. en Deir El-Arad, Nabel y Be'neh, el interés publico consistía en crear la ciudad de Carmel reservada en exclusiva para los judíos.

Otro procedimiento: la utilización de las Leyes de urgencia decretadas en 1945 por los ingleses contra los judíos y los árabes. La ley 124 otorga al Gobernador Militar, so pretexto, esta vez de seguridad, la posibilidad de suspender todos los derechos de los ciudadanos, incluidos sus desplazamientos: basta con que el ejército declare una zona prohibida por razones de seguridad del Estado, para que un árabe no pueda ir a sus tierras sin una autorización del Gobernador Militar. Si este permiso no se concede, la tierra se declara entonces baldía y es cuando el Ministerio de Agricultura puede tomar posesión de las tierras no cultivadas para garantizar su cultivo.

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Cuando los ingleses promulgaron en 1945 esta legislación ferozmente colonialista para luchar contra el terrorismo judío, el jurista Bernard (Dov) Joseph, protestando contra este sistema de carta cerrada con el sello real que exigía el encarcelamiento o el destierro de una persona lettre de cachet declaró: ¿Seremos todos sometidos al terror oficial? Ningún ciudadano está protegido contra una prisión perpetua sin juicio los poderes de la Administración de exilar a quien les plazca son ilimitados No hay necesidad de cometer ninguna infracción, una decisión tomada en una oficina bastará

El propio Bernard (Dov) Joseph, que llegó a ser Ministro de Justicia de Israel, aplicará estas Leyes contra los árabes.

J. Shapira, con respecto a estas mismas Leyes, en el mismo mitin de protesta del 7 de febrero de 1946, en Tel-Aviv (285) declaraba con más firmeza aún: El orden establecido por esta legislación no tiene precedentes en el mundo civilizado. Ni siquiera en la Alemania nazi existían leyes semejantes. El propio J. Shapira llegó a ser Procurador General del Estado de Israel, posteriormente Ministro de Justicia, y aplicó aquellas leyes contra los árabes. Pues para justificar el mantenimiento de estas Leyes de terror, el estado de urgencia jamás ha sido derogado, desde 1948, en el Estado de Israel.

Simón Peres escribía, en el periódico Davar el 25 de enero de 1972:

La utilización de la ley 125, sobre la que se basa el gobierno militar, es la continuación directa de la lucha por la implantación judía y de la inmigración judía.

La Ordenanza sobre el cultivo de las tierras yermas, de 1948 modificada en 1949, va en el mismo sentido, pero por una vía más directa: sin, tan siquiera, buscar el pretexto de utilidad pública o de la seguridad militar, el Ministro de Agricultura puede requisar cualquier tierra abandonada. Ahora bien el éxodo masivo de las poblaciones árabes bajo el terror, del genero de Deir Yassin en 1948, de Kafr Kassem el 29 de octubre de 1956, o de los progroms de la unidad 101 creada por Moshé Dayan, y durante mucho tiempo mandada por Ariel Sharon, ha liberado, con estos métodos, grandes territorios, abandonados por sus propietarios o trabajadores árabes y entregados a los ocupantes judíos.

El mecanismo para la desposesión de los fellahs se completa por la Ordenanza del 30 de junio de 1948, el Decreto-ley del 15 de noviembre de 1948 sobre las propiedades de los ausentes, la Ley relativa a las tierras de los ausentes (de 14 de marzo de 1950), la Ley sobre adquisición de tierras (de 13 de marzo de 1953) y toda una batería de medidas que tienden a legalizar el robo que obligaba a los árabes a abandonar sus tierras para instalarse en las colonias judías, como lo demuestra Nathan Weinstock en su libro Le Sionisme contre Israël.

Para borrar hasta el recuerdo de la existencia de una población agrícola palestina, y acreditar el mito del país desierto, las aldeas árabes fueron destruidas, con sus casas, sus cercados e incluso sus cementerios y sus tumbas. El profesor Israel Shahak facilitó, en 1975, distrito por distrito, la lista de 385 aldeas árabes destruidas,

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por las que pasaron los bulldozer, de las 475 existentes en 1948. Para convencer de que antes de Israel, Palestina era un desierto, cientos de aldeas han sido arrasadas por los bulldozer con sus casas, sus cercados, sus cementerios y sus tumbas (286).

Las colonias israelíes continúan implantándose, con un mayor impulso desde 1979 en Cisjordania, siguiendo siempre la más clásica tradición colonialista, es decir, con los colonos armados.

El resultado global es el siguiente: después de haber expulsado a un millón y medio de palestinos, la tierra judía como la llaman los del Fondo Nacional Judío, el 6,5 % en 1947, hoy representa más del 93 % de Palestina (de la que el 75 % es del Estado y el 14 % del Fondo Nacional).

El balance de esta operación fue anticipadamente señalado y (significativamente) resumido en el periódico de los Afrikaners del Africa del Sur, Die Transvaler, experto en materia de discriminación racial (apartheid): ¿Cuál es la diferencia entre la manera por la cual el pueblo israelí se esfuerza por quedarse entre la población no judía, y la de los Afrikaners para intentar quedarse donde están? (287)

El mismo sistema de segregación se manifiesta en el status personal tanto como en la apropiación de las tierras. La autonomía que quieren conceder a los palestinos los israelíes es el equivalente de las bantoustans para los negros en Africa del Sur.

Analizando las consecuencias de la Ley del retorno, Klein expone la siguiente cuestión: Si bien el pueblo judío supera ampliamente la población del Estado de Israel, se puede decir también que toda la población del Estado de Israel no es judía, puesto que el país cuenta con una importante minoría no judía esencialmente árabe y drusa. La cuestión que se suscita entonces es conocer en qué medida la existencia de una Ley del Retorno, que favorece a la inmigración de una parte de aquella población (definida por su pertenencia religiosa y étnica) no se puede considerar como discriminatoria (288).

El autor se pregunta en concreto si la Convención internacional sobre la eliminación de cualquier forma de discriminación racial (adoptada el 21 de diciembre de 1965 por la Asamblea General de las Naciones Unidas) no es de aplicación a la Ley del Retorno. Con una dialéctica que dejamos que el lector juzgue, el eminente jurista concluye con esta distinción sutil: En materia de no-discriminación una medida no debe estar dirigida contra un grupo concreto. La Ley del Retorno esta hecha en favor de los judíos que quieren establecerse en Israel, no está dirigida contra ningún grupo o nacionalidad. No veo en qué medida esta Ley sea discriminatoria (289).

Al lector que pudiera quedar desconcertado por este razonamiento audaz, que equivale a decir, según aquella célebre ocurrencia de que todos los ciudadanos son iguales pero unos son más iguales que otros, le ilustra perfectamente la situación creada por esta Ley del Retorno. Para los que de ella no se benefician se prevé una Ley de Nacionalidad (290); que concierne (artículo 3) a toda persona que, inmediatamente antes de la fundación del Estado, era un sujeto palestino, y que no puede llegar a ser considerado israelí en virtud del articulo 2· (el que se refiere a los judíos).

NOTAS

224. Informe Leuchter n· 32.9121.
225. Informe Leuchter n· 33.145.
226. Redactado en Malden. Massachusetts, el 5 de abril de 1988. Fred Leuchter Jr. Ingeniero jefe.
227. (5-1123).
228. Informe Leuchter, op. cit. 14006.
229. Referencias del Instituto. 720.90. Referencia del Museo 1-8523/51/1860.89.
230. (32.9100,9101).
231. (14.008).
232. The Holocaust revisited: A retrospective Analysis of the Auschwitz Birkenau Extermination Complex) C. I. A. febrero 1979. Washington D. C. 19 páginas.
233.
L'Album d'Auschwitz. Editions du Seuil para la edición y la traducción francesa. París 1983.221 páginas.
234.
Air Photo Evidence. Ball Resource limited. Suite 160.7231 120 th street Delta, B. C. Canada 4C6PS.1992.
235. Raul Hilberg,
La Destruction des juifs d'Europe, 2a edición, p. 978.
236. Proceso de Toronto, 27-736 a 738.
237.
Números XXI, 35.
238. Josué X, 37.
239. Josué XI, 14.
240. Paul-Marie de la Gorce:
1939-1945. Une guerre inconnue. Ed. Flammarion. París 1995, p. 535.
241. Churchill,
La Deuxième Guerre mondiale, Volumen VI.
242. Paul-Marie de la Gorce:
1939-1945. Une guerre inconnue. Ed. Flammarion. París 1995, p. 532.
243. Paul-Marie de la Gorce:
1939-1945. Une guerre inconnue. Ed. Flammarion. París 1995, p. 533.
244.
Saturday Review of Literatura del 5 de junio de 1944.
245. W. F. Albright,
De l'âge de pierre à la chrétienté. Le monothéisme et son évolution Traducción francesa: Ed. Payot, 1951.
246. W. F. Albright,
De l'âge de pierre à la chrétienté. Le monothéisme et son évolution Traducción francesa: Ed. Payot, 1951, p. 205.
247. Larousse Universel, 2 volúmenes, París, 1969, p. 772.
248.
Le Monde, 18 de julio de 1990, p. 7.
249. Office francés de ediciones, 1945, p. 7.
250. Raul Hilberg,
La Destruction des Juifs d'Europe. Edición en inglés, Holmes and Mayer, 1985, p. 895.
251. Raul Hilberg,
La Destruction des Juifs d'Europe. Fayard 1988.
252.
Le Monde, 23 de julio de 1990.
253.
The American Jewish Year Book, n· 5702, del 22 de septiembre de 1941 al 11 de septiembre de 1942, vol. 43, publicado en Filadelfia por The Jewish Publication Society of America, indica en la página 666, que después de la expansión máxima nazi, incluso en Rusia, y contando a los judíos que se quedaron en Alemania, en 1941, había en la Europa sometida a Alemania tres millones ciento diez mil setecientos veintidós (!) judíos. ¿Cómo se pudieron exterminar seis millones?
254.
The War against theJews. Penguin books, 1987 p. 191.
255.
Der Tod ist ein Meister im Dritten Reich. Ed. Hoffmann und Campe, 1991, p. 217.
256. Raul Hilberg,
La Destruction des Juifs d'Europe. Edición en ingles, Holmes and Mayer, 1985.
257. Documento de Nuremberg P. S. 3311.
258. Traducida al francés bajo el título,
Un témoignage devant le Monde. Ed. Self, París 1948.
259. Contradiciendo así una vez más las decisiones de Nuremberg que se fundaban en la existencia de gaseamientos en los campos de concentración. El Sr. Martín Broszat llegó a ser, en 1972, Director del Instituto de Historia contemporánea de Munich. La revelación era por otra parte más importante que una mera cantidad de testimonios, de testigos oculares habían afirmado la existencia de las cámaras de gas en estos campos de concentración y que una puesta en escena reconstruyendo la cámara de gas de Dachau era el documento que más impresionaba a los visitantes.
En el Tribunal de Nuremberg, Sir Harley Shawcross, el 26 de julio de 1946, menciona las cámaras de gas no estaban solo en Auschwitz y en Treblinka, sino también en Dachau (TMI, tomo 19, p. 4563).
260. Boaz Evron,
Le Génocide: un danger pour la nation, Iton 77 n· 21, mayo-junio 1980, p. 12 y ss.
261. Padre Morelli,
Terre de détresse Ed. Bloud et Gay, 1947, p. 15.
262.
Ouest-France, 2 y 3 de agosto de 1986, p. ó.
263.
Libération, del 5 de marzo de 1979, p. 4.
264. Martín Broszat,
Die Zeit, p. 14.
265.
Le Sionisme contre Israël. Ed. Maspero, 1969, p. 315.
266.
Le Monde, 15 de octubre de 1971.
267. Declaración de Beghin en Oslo.
Davar. 12 de diciembre de 1978.
268. Moshé Dayan,
Jerusalem Post 10 de agosto de 1967.
269. Menahem Beghin:
The revolt: story of the Irguen, p. 335.
270.
New York Times, 6 de diciembre de 1953.
271.
Jerusalem Post, 10 de agosto de 1967.
272. Sumner Welles,
We Need not Fail, Boston, 1948, p. 63.
273.
Les Mémoires de Forrestal, N. Y. The Viking Press. 1951, p. 363.
274. Menahem Beghin,
La Révolte: Histoire de l'lrgoun p. 162 de la edición inglesa.
275. Menahem Beghin,
La Révolte: Histoire de l'Irgoun, p. 162, que corresponde en la edición francesa a la p. 200.
276. U. N. Documento A. 648, p. 14.
277. Sobre el asesinato del conde Bernardotte, ver el informe del General A. Lundstrom (que se encontraba sentado en el vehículo de Bernardotte), informe dirigido, el mismo día del atentado, 17 de septiembre de 1948, a las Naciones Unidas. También el libro publicado por este General con motivo del 20· aniversario del crimen,
L `Assasinat du Comte Bernardotte, impreso en Roma (Ed. East. A. Fanelli ) en 1970, con el título: Un tributo a la memoria del Comte Folke Bernardotte. El libro de Ralph Hewins: Count Bernardotte, his life and work (Hutchinson, 1948). Y, en el semanario milanés Europa, las confesiones de Baruch Nadel (citadas en Le Monde del 4 y 5 de julio de 1971).
278. Isaac Zaar:
Rescue and liberation: America's part in the birth of Israel, N. Y. Bloc Publishing Cy. 1954 p.115.
279. Israel Hahak,
Le Racisme de l'Etat d'Israël, p. 57.
280.
Ce sont mes frères que je cherche. Ministerio de Educación y de Cultura. Jerusalén 1990.
281. Tom Segev. op. cit. p. 473.
282. Jossep Weitz,
Journal, Tel-Aviv, 1965.
283. Fondo Nacional Judío. La ley promulgada el 23 de noviembre de 1953.
284. Fondo de Reconstrucción. Ley promulgada el 10 de enero de 1956.
285.
Hapraklit, febrero 1946, p.58-64.
286. Israel Shahak,
Le Racisme de l'Etat d'Israël, p. 152 y ss.
287. Henry Katzew,
South Africa: a country whithout friends, citado por R. Stevens (Zionism, South Africa and
Apartheid
).
288. Claude Klein, Director del Instituto de Derecho Comparado en la Universidad Hebraica de Jerusalén.
Le Caractère juif de l'Etat d'Israël. Ed. Cujas. París 1977, p.33.
289. Claude Klein, Director del Instituto de Derecho Comparado en la Universidad Hebraica de Jerusalén.
Le Caractère juif de l'Etat d'Israël. Ed. Cujas. París 1977, p.35.
290. Ley del Nacionalidad n· 5712-1952.




Parte 1 I Parte 2 I Parte 3 I Parte 4 I Parte 5 I Parte 6 I Parte 7 I Parte 8


Título original: Roger Garaudy,
Les Mythes fondateurs de la politique israélienne. 2a édicion: Samiszdat Roger Garaudy, Paris, 1996.
No copyright. Reproduction libre.
© Historia XXI Ap. C. 14.243 08080 - Barcelona 1a edición: Diciembre 1997 Traducción:
José Luis Jérez Riesco. ISBN: B-84-923089-0-7 Depósito legal: B.48.721-97.

 


"Israel en tanto que estado judío constituye un peligro no sólo para sí mismo y sus habitantes sino para todos los judíos y para todos los demás pueblos y estados de Oriente Medio y de más allá de esta región."

- Prof. Israel Shahak, autor antisionista israelí.


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